sexta-feira, 25 de setembro de 2009

Honduras - La conjura de los necios

Lo planificaron con detalle. Seguro que Hugo Chávez, cerebro y financiero de la operación, le dijo que era cuestión de tres días: «Tu te metes a la embajada, el pueblo acude en masa y a Roberto Micheletti no le queda otra que claudicar o disolver a la gente a tiros y en cuanto haya unos muertos, esto no hay quien lo pare».

Lo de los muertos es ingrediente imprescindible. Los bolivarianos que respaldan a Manuel Zelaya necesitan cadáveres, que agitar en los medios de comunicación internacionales.

La forma en que el ex presidente se coló en el país es casi irrelevante. No hay que ser la Pimpinela Escarlata para llegar de tapadillo a Tegucigalpa. Basta encaramarse en una avioneta en la vecina Nicaragua, volar hasta cualquier finca, acurrucarse en la trasera de un coche y enfilar hacia la embajada del Brasil. Si el vehículo tiene placas diplomáticas, todavía más sencillo
Lo esencial es qué va a ocurrir a partir de ahora. No da la impresión de que la ciudadanía vaya a acudir en masa a manifestarle su apoyo y tampoco de que la autoridad competente esté dispuesta a permitirlo.

Si las protestas no se desbordan y a los militares no se les va el dedo en el gatillo, la embajada se convertirá en una trampa para Zelaya y para las tres decenas de personas atrincheradas con él.
De hambre no van a fallecer, porque funcionarios de Naciones Unidas se las arreglan para meter de vez en cuando alimentos y agua embotellada, pero se van a aburrir de lo lindo. Les han cortado el agua y el suministro eléctrico y dentro de unos días aquello será una tediosa cochambre.

La duda es si Zelaya aguantará el tirón hasta las elecciones del 29 de noviembre o si antes negociará su vuelta al extranjero. En cualquier caso, tanto si se queda como si se va, poco tiene que rascar en Honduras.

Alfonso Rojo
www.abc.es

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