sábado, 12 de dezembro de 2009

Magisterio de la Iglesia

La Conferencia Episcopal hizo público ayer el documento «Ante la crisis moral y económica», en el que manifiesta su posición sobre las causas de la situación económica actual y del deterioro de los valores sociales. El Episcopado ha hecho uso de su legítimo derecho a mostrar a sus fieles las pautas pastorales para entender y valorar cuestiones tales como el aborto o las razones del súbito declive económico. Por tanto, ningún criterio laicista es apto para reconvenir a la Iglesia con el silencio, salvo que el laicismo sea entendido como una mordaza para la labor pastoral de los obispos. Y esta es la idea de laicidad que tiene la izquierda española, empeñada en obligar a la Iglesia a ser invisible y callada. Sin embargo, la Iglesia Católica tiene la responsabilidad de orientar a los creyentes, sobre todo en una sociedad en la que su labor social y asistencial la legitima más que a ninguna otra organización para valorar los daños que el aborto libre causa a la dignidad de la mujer y a la defensa de la vida humana. Por eso, cuando el portavoz de la Conferencia Episcopal reflexiona en voz alta sobre el inequívoco carácter delictivo del aborto está mostrando la misma preocupación que millones de españoles sobre la impunidad que allanará el camino a la muerte para decenas de miles de seres humanos. Es cierto que la reforma presentada por el Gobierno socialista mantiene el aborto ilegal consentido como delito, pero con unas sanciones absolutamente irrisorias -multas poco más que de tráfico e inhabilitaciones- que lo hacen impune de hecho. En ningún país europeo existe una legislación tan banal como la que quiere aprobar la izquierda española, con el apoyo de los diputados «democristianos» del PNV.

La misma autoridad moral puede exhibir la Iglesia para denunciar la pérdida de valores, la falta de honradez, la codicia y los fallos administrativos como causas de la crisis económica. La Iglesia está presente en los rincones más míseros del planeta -por donde nunca han pasado sus implacables críticos progresistas-, pero también en las crecientes bolsas de pobreza que ha creado la crisis en España. La justicia social es una asignatura que la Iglesia puede impartir con magisterio acreditado, como lo hacía en tiempos de bonanza, cuando los mismos que ahora critican el mercado y el sistema capitalista se jactaban de que, a golpe de los denostados ladrillos y bancos, España, por ejemplo, había superado en riqueza a Francia o Italia.

Editorial ABC

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