quinta-feira, 3 de dezembro de 2009

Mediterráneo occidental y terrorismo global

El terrorismo global, es decir el terrorismo relacionado directa o indirectamente con Al Qaeda, sigue siendo una amenaza común al Mediterráneo Occidental. Aunque su significado varía de una a otra orilla del mismo, oscilando entre la definición que de dicho fenómeno se hace como problema de seguridad interior en las democracias del sur de Europa y el factor de inestabilidad política en que puede llegar a convertirse para los regímenes del norte de África. Tampoco sus avatares son uniformes, ni siquiera en cada uno de esos ámbitos. En Argelia, los atentados son frecuentes y, en los últimos dos años y medio, una porción significativa de los mismos de carácter suicida y considerablemente letales. En Marruecos, Túnez y Libia no ocurre así, pero sus respectivos servicios de seguridad han desarticulado recientemente un buen número de células o redes terroristas, deteniendo a centenares de individuos. Mientras, el escenario del terrorismo global se amplia desde el Magreb hacia países situados en la franja del Sahel, como Mauritania, Mali o incluso Níger.

Al mismo tiempo, ese terrorismo relacionado con Al Qaeda que se encuentra establecido en la ribera sur del Mediterráneo occidental se proyecta hacia el norte. No sólo afecta a ciudadanos e intereses europeos en la región norteafricana. Implica una amenaza para países como Francia, España o Italia en el interior de sus respectivos territorios nacionales e incluso para otros más septentrionales, como Bélgica, Países Bajos o Dinamarca. Una mayoría de los individuos detenidos durante los últimos años en el sur de Europa por actividades relativas a aquel terrorismo tenía orígenes o conexiones magrebíes. Aun cuando estaban implicados sobre todo en la movilización de recursos humanos y económicos que trasladar al norte de África, los hay que preparaban atentados en suelo europeo. En unos casos se trata de marroquíes, argelinos, tunecinos o libios que son inmigrantes de primera generación. En otros, a quienes pertenecen a esa categoría se añaden individuos correspondientes a las llamadas segundas o terceras generaciones.

A uno y otro lado del Mediterráneo Occidental, entre los actores del terrorismo global que se desenvuelven por la demarcación sobresale Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Esta entidad surgió como tal a inicios de 2007, a partir del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), a su vez escindido hacia 1998 del Grupo Islámico Armado (GIA) que se había formado al comenzar la década de los noventa. Aquel primero terminó por fusionarse con Al Qaeda, tras haber internacionalizado de manera progresiva su agenda, hasta adoptar una panislámica. Esa trayectoria fue debida en buena medida a los estrechos vínculos mantenidos por el GSPC con la extensión iraquí de la estructura terrorista que lideran Osama Bin Laden y Ayman al Zawahiri, cuando su dirigente era el jordano Abu Musab al Zarqaui. Inmediatamente después de que aquel grupo se convirtiera en el cuerpo central de la nueva rama norteafricana de Al Qaeda se manifestaron alteraciones en la ejecución de sus atentados, entre las que destaca la introducción del terrorismo suicida.

En junio de 2007, tras los espectaculares atentados del 11 de abril en Argel, que evidenciaron el nuevo repertorio de violencia adoptado por Al Qaeda en el Magreb Islámico, su líder, Abu Musab Abdeluadud, dijo que dicha organización «fue creada para ensalzar la palabra de Dios y el Estado del Corán y para liberar a los pueblos del Magreb del puño de corruptos, tiranos y traidores, reconstruyendo la sociedad en base a la justicia, la religión y la moralidad, lo que llevará a la unidad espiritual, geográfica y política, acabando con la división y las diferencias». Enunciado islamista y panmagrebí al cual añadía: «la unidad de los muyahidín del Magreb Islámico junto con los de Oriente, bajo un mismo estandarte y un mismo emir, constituye una iniciativa histórica con la que los muyahidín consiguen algo de gran interés estratégico que teme Occidente, y sus consecuencias pueden ser determinantes para al porvenir del combate entre Occidente y el Islam». Al Qaeda en el Magreb Islámico enmarca pues su actuación regional en la estrategia global de Al Qaeda.

Ello supone, por una parte, que en su punto de mira están principalmente los regímenes norteafricanos, a cuyos mandatarios critica de manera implacable. Por otra, que las sociedades magrebíes constituyen su población de referencia. Ahora bien, en un comunicado de febrero de 2007, AQMI señalaba como sus «verdaderos enemigos» a «la alianza del mal de los judíos, los cruzados y sus esclavos los apóstatas y quienes les ayudan». En enero de 2009, su emir hablaba de golpear «los pilares de la alianza satánica, compuesta de judíos, cristianos y renegados», recordando la impronta a la vez takfir y antioccidental de su ideario. Esta segunda orientación tiene implicaciones para ciudadanos e intereses extranjeros, en especial europeos, norteamericanos e israelíes. Eso sí, la extensión norteafricana de Al Qaeda ha heredado del GSPC una especial hostilidad hacia Francia. Pero su declarada animadversión hacia España no es menos notable.

Sin embargo, Al Qaeda en el Magreb Islámico, pese a haber perpetrado alrededor de media docena de atentados al mes desde su constitución, no se ha convertido en la organización panmagrebí que pretendía. Su influjo se deja sentir en toda la región, pero es dentro de las fronteras argelinas donde han tenido lugar la inmensa mayoría de aquellos actos de terrorismo. El éxito de Abu Musab Abdeluadud y los suyos en amalgamar excedentes de otros grupos armados magrebíes de similar orientación ideológica, hoy extinguidos o en decadencia, ha sido limitado y su liderazgo es aún exclusivamente argelino. Además, las víctimas de Al Qaeda en el Magreb Islámico son sobre todo argelinas y por añadidura musulmanas, ocasionadas tanto en ataques contra policías o militares del país en que opera preferentemente como en atentados suicidas más indiscriminados cometidos en el mismo. Esta realidad parece haber incidido negativamente sobre su imagen social, tanto en Argelia como en el resto del Magreb.

Más allá de Argelia, los logros fundamentales de AQMI se refieren a unos pocos atentados cruentos en Mauritania, el mantenimiento de cierta infraestructura sahariana para el adiestramiento, la articulación de algunas células adscritas que incorporan súbditos de otros países de la región y el aprovechamiento de condiciones favorables al secuestro de transeúntes europeos o norteamericanos. Desde 2008, por sí misma o en colaboración con bandas criminales de la zona o rebeldes tuareg, ha secuestrado a más de una decena de occidentales. Cobrar dinero no es el único factor que determina la suerte de los rehenes -cuestión esta en la que por razones de prudencia no entraré ahora, dadas las circunstancias por las que atraviesan tres ciudadanos españoles-. Pero, hasta el mes pasado, Al Qaeda en el Magreb Islámico había recaudado, por liberar personas secuestradas, una cantidad que en millones de euros se contaría con dos dígitos. Estos dividendos del chantaje hacen posible que el terrorismo global se reproduzca en y desde el norte de África. Motivo suficiente de reflexión para nuestras sociedades y de acción colectiva por parte de los gobiernos occidentales, en particular de los europeos.

Nenhum comentário:

 
Locations of visitors to this page