Pocos pensadores han tenido una oportunidad para llevar sus ideas a la práctica como la que tuvo Turgot. Era ya un autor de renombre en toda Europa cuando se convirtió en controlador general en la Corte de Luis XVI; es decir, en palabras de Tocqueville, era "ministro de Finanzas, ministro de Interior, ministro de Obras Públicas y ministro de Comercio". |
¿Qué ideas tenía Turgot? Ahora podemos leerlas en el volumen Reflexiones sobre la formación y la distribución de las riquezas y Elogio de Gournay, editado recientemente por Unión Editorial.
Por si los textos de Turgot no fuesen motivo suficiente para visitar la librería, la edición cuenta con una introducción valiosa a cargo de Paloma de la Nuez –que prepara un libro sobre el filósofo y economista francés– y, como apéndice, el capítulo que dedicó a nuestro hombre Murray N. Rothbard en su esencial Historia del pensamiento político. De la Nuez hace un retrato completo y preciso, pero breve, del personaje, mientras que Rothbard expone sus ideas económicas con su estilo inteligente y ameno.
Con todo, se le escapará al lector ese Turgot que hace una defensa de la libertad en todos sus sentidos –religioso, civil, personal–, excepción hecha de alguna mención en el prólogo y de la referencia que se hace a la esclavitud.
Son apenas 170 páginas (las de Turgot, 100). Las Reflexiones son una obra muy valiosa, que mereció su publicación en el Reprints of economic classics, que todo buen economista debe tener en su biblioteca. Están escritas, con cierta premura, para dos estudiantes chinos, por cuenta de una institución jesuita. Los economistas –fisiócratas, les llamamos hoy– tenían una pueril admiración por China, en la que veían la encarnación de sus ideales. El texto fue retocado por el secretario de nuestro hombre, Dupont de Nemours, quien le imprimió un sello puramente fisiócrata. Pese a ello, y pese a que Turgot veía que sus ideas habían sido retocadas –alguna de las exposiciones le parecía, incluso, demasiado esquemática para la riqueza de su pensamiento–, llama la atención la coherencia del conjunto y su poder de explicación de la realidad.
Estas Reflexiones están heridas por esa concepción metaeconómica de que la tierra es la fuente de toda renta y riqueza, pero todo lo demás es notable. Su método, por aproximaciones sucesivas, destaca por su lógica y solidez, y los 100 apartados conforman un relato coherente. Aquí están expuestas las vías del desarrollo económico, que son la división del trabajo y la acumulación del capital, de un modo más sucinto, pero no menos eficaz, que en La riqueza de las naciones, de Adam Smith. Turgot expone también el equilibrio de precios y cantidades merced a las fuerzas del mercado.
La teoría del dinero es de lo mejor del libro, aunque no se puede pedir a Turgot que sea tan fino como analistas posteriores. La suya es una teoría cataláctica del dinero, que diría Ludwig von Mises; es decir: lo veía como una mercancía más, que adquiría su función monetaria en el juego del mercado. De hecho, llegó a una conclusión que hará suya el austríaco: "Una moneda puramente convencional es algo imposible". La extensión del dinero está ligada a la división del trabajo, por un lado, y a la acumulación del capital, por otro.
También da cuenta de algunas ideas que han formado parte de la tradición clásica, de Smith a Ricardo y a Marx; por ejemplo, la teoría de que los salarios siempre tenderán al nivel de subsistencia. En una ocasión, esta idea le juega una mala pasada, porque cuando expone, con términos muy duros, en qué consiste la esclavitud y cuáles son sus efectos, resulta que lo que recibe el esclavo por su trabajo servil es una "especie de salario" que "se limita a lo más estrictamente necesario, a su mera subsistencia". Igual que el trabajo libre.
Es igualmente interesante la reconstrucción de la historia económica en función del análisis de las funciones económicas de terratenientes, trabajadores, aparceros, esclavos, comerciantes, artesanos, empresarios...
Si las Reflexiones son una obra breve, pero completa y sistemática, el Elogio es una defensa encendida de la figura de Jacques Claude Marie Vincent, señor de Gournay, maestro y amigo de nuestro hombre, y de sus ideas. Alexander Grey, un eximio historiador de las ideas económicas, dice del Elogio que es "un pronunciamiento extremo de laissez faire", expresión ésta que recoge Turgot, precisamente, en este texto. Tan extremo es, como razonado y razonable.
La edición de estas dos obras, tan bien acompañadas por los trabajos de De la Nuez y Rothbard, es un acierto por parte de Unión Editorial, de cuya nueva colección, La Antorcha, en la que ha incluido este volumen, esperamos lo mejor.
ANNE ROBERT JACQUES TURGOT: REFLEXIONES SOBRE LA FORMACIÓN Y LA DISTRIBUCIÓN DE LAS RIQUEZAS – ELOGIO DE GOURNAY. Unión Editorial (Madrid), 2009, 167 páginas.
José Carlos Rodríguez
http://libros.libertaddigital.com
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