El boliviano Evo Morales está siguiendo al dedillo el proceso de su aliado venezolano Hugo Chávez y se dispone a consagrar una posición de monopolio en el panorama político de su país al frente de su Movimiento al Socialismo (MAS). Si hay algo que no se le puede reprochar es que nunca ha ocultado cuáles son sus intenciones; al contrario, Evo Morales ha advertido de que con el respaldo que esperaba obtener de la elección presidencial de ayer pretende reformar nuevamente las estructuras institucionales del país con el único objetivo de perpetuarse en el poder y poner en marcha esa llamada revolución bolivariana que ya está arruinando a un país inmensamente rico como Venezuela.
Morales será en las formas un presidente electo, pero también es innegable que está instrumentalizando los mecanismos democráticos y abusando de su poder para dividir y anular a la oposición o silenciar a la prensa, de manera que cada paso por las urnas -como se ha visto en otros países del mismo entorno «revolucionario»- aumentan los rasgos totalitarios del ejercicio presidencialista. La democracia no es solamente un mecanismo aritmético para la elección de los mandatarios, sino también un juego de equilibrios y contrapesos benéficos para que la sociedad pueda defenderse de un poder arbitrario. Con las tesis abiertamente racistas de Morales, Bolivia está en ese inquietante camino en el que la libertad y la unidad empiezan a estar en peligro.
Morales debería utilizar el respaldo que ha recibido en las urnas para fomentar la cohesión de la sociedad boliviana y concentrar esfuerzos en la solución de los graves problemas que pesan sobre la vida de los ciudadanos. Debería usar la experiencia de los últimos años para huir de fórmulas utópicas que ya han demostrado que no resuelven esas dificultades, sino que las agravan. Y tendría que reflexionar sobre la necesidad de equilibrar sus alianzas internacionales en lugar de profundizar en la dependencia prácticamente orgánica de Hugo Chávez. Pero, por desgracia, lo más probable es que Morales considere estos resultados una licencia para seguir conduciendo a Bolivia hacia el desastre.
Editorial ABC
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