La exégesis de Zapatero en el Desayuno Nacional de Oración fue un muestrario muy completo de los tópicos que forman el cuerpo central de su pensamiento político. Al margen de enmendar de nuevo la plana al mismísimo Jesucristo afirmando que la libertad nos hace verdaderos en lugar de lo contrario según relata el Evangelio de San Juan (8:32), resultó también interesante su apelación a la diversidad como un valor absoluto que conviene preservar de toda tentación uniformadora.
Claro que unas líneas más tarde, rebatiéndose a sí mismo, Zapatero afirma que "los que han llegado a nuestra tierra", suponemos que tras las políticas de integración consustanciales a todo estado socialdemócrata que se precie, "se han convertido en nosotros", lo que se compadece muy poco con la defensa del multiculturalismo tan típica del submundo progre. Pero pedirle coherencia a un socialista, aún en el plano teórico, se antoja un esfuerzo demasiado penoso.
La libertad como valor supremo y su corolario de respeto a la diversidad es algo que se practica en los Estados Unidos de Norteamérica desde antes de que Zapatero naciera, por eso es una lástima que los asistentes al Desayuno Nacional de Oración no hayan podido apreciar algunos ejemplos de lo que ocurre en el país dirigido por quien, esa mañana, pretendía darles una clase magistral de respeto al pluralismo. Por ejemplo, los periodistas españoles asistentes al acto podrían relatado a la nutrida concurrencia el caso de un empresario español, D. Manuel Nevot, obligado a llevar a los tribunales al Gobierno autonómico dirigido por el partido del ilustre orador para defender su derecho a utilizar la lengua nacional en el rótulo de sus negocios. O el de los cientos de miles de padres a los que el Gobierno del señor que tenían en frente dando lecciones de tolerancia les niega el derecho a educar a sus hijos en la lengua de la nación española.
Pablo Molina, miembro del Instituto Juan de Mariana.
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