sexta-feira, 16 de maio de 2008

«El laicismo es una forma de ser cristiano»

Durante más de un milenio Europa ordenó su pensamiento en torno a un eje cristiano, que ahora se procura, se intenta, abandonar. De acuerdo a ese eje «los seres humanos ejercen su albedrío y no están sujetos al fatum que preside el organicismo de la Naturaleza. Dios ha dotado al hombre de libertad, que no es independencia, sino ejercicio de la voluntad en la búsqueda del bien». Quien así habla es el académico de la Historia Luis Suárez Fernández, que presenta la obra de toda su vida: «La Europa de las Cinco Naciones» (Ariel), la evolución de Europa desde el hundimiento del Imperio Romano hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

Cuando en el siglo XV se decide cambiar el nombre de Cristiandad por el de Europa se descubre que ésta es la suma de cinco naciones: Italia, Alemania, Francia, Inglaterra y España. En ese momento el término nación no tiene un carácter político, sino un aire cultural y jurídico; es decir, una forma de ver la vida. «Trato de explicar, si estamos creando Europa, qué es Europa. Porque ahora se están empequeñeciendo las cosas indebidamente -denuncia Luis Suárez-. No hay que estudiar una España aislada, sino parte de Europa. El campo histórico inteligible es Europa. Beethoven es tan nuestro como Chopin».

«La identidad cristina europea»

Reconoce el especialista en la Baja Edad Media que probablemente su «Historia de las Cinco Naciones» será «superable en muchos aspectos, y discutible en otros muchos, pero yo ofrezco mi visión de las cosas para que puedan obtener una utilidad». ¿Discutible por qué? «Porque yo veo el papel fundamental del cristianismo como elemento de síntesis, como la creación de lo que es el valor mayor de la europeidad. No en balde durante diez siglos Europa fue llamada Cristiandad. Y me parece que eso en estos momentos no gusta, porque están jugando hoy la papeleta del laicismo sin darse cuenta de que el cristianismo inventa la palabra laico. El laicismo es una forma de ser cristiano», aclara.

¿Existe una identidad europea o está «desaparecida» en combate? «No, no se ha perdido ni mucho menos -señala-. Lo que pasa es que, como toda entidad cultural, siempre está en un proceso de transformación. Ahora depende de las generaciones actuales que esa transformación sea hacia un progreso y no hacia un retroceso. Pero indudablemente existe». ¿Y qué le debe el mundo a Europa? «Casi todo -responde-. Desde la ciencia experimental hasta el sistema parlamentario, pasando por los derechos humanos. América es una prolongación de Europa. Aquellas naciones que allí surgieron lo son gracias al impulso europeo, y también se construyó una nueva manera de ver las cosas. América es hoy la continuadora de Europa».

«La Monarquía, esencial»

Luis Suárez ve asimismo en la Monarquía uno de los elementos esenciales de la cultura europea: «Monarquía no hay más que en Europa. Un pacto entre aquel que posee la Soberanía, que es el Reino, y aquel que la recibe en depósito, que es el Rey, expresado a través de leyes consuetudinarias, es asunto puramente europeo. Una de nuestras grandes aportaciones». Como las cruentas guerras: «Europa había conseguido un grado extraordinario de madurez en los siglos XIII y XIV, luego se rompió, y no se logró una fórmula a través del diálogo hacia la unidad, sino al contrario, al enfrentamiento. Cuando a partir de 1648 se entrega al Estado el poder absoluto empiezan las guerras, que no se detienen: Luis XIV, Sucesión, la de la Pragmática, la de los Siete años, las guerras de la revolución y Napoleón, la de Crimea, la del 70, la del XIV, la del 39... y empieza una etapa nueva. Desde 1947 Europa ha empezado a resurgir con un trabajo terrible».
¿Cómo se incardina España en la identidad europea? Luis Suárez recuerda: «España defiende la Reforma Católica cristiana: el reconocimiento de los derechos naturales humanos, el primer país que lo hace. Aparece el sistema parlamentario a través de las Cortes, en donde el tercer estamento se encuentra presente. El pactismo, que es un fenómeno de origen catalán, y después todo lo que vino del Descubrimiento de América, la vuelta al mundo... España defendía dos elementos básicos que ciertos sectores de Europa negaron: el libre albedrío, y la capacidad racional para el conocimiento especulativo. Pero no hay que entrar en campaneos. Cada nación de Europa ha hecho una aportación decisiva, y hay que quererla entrañablemente».

«El nacionalismo, excluyente»

El nacionalismo surge de una manera «muy tardía», explica el profesor Suárez, «mezclándose con lo que es la tendencia al racismo: darle a la etnia un carácter absoluto, y convertir de esta manera la nación -que no era más que un ámbito cultural- en una especie de definición física. Y ahí automáticamente se pasa al reconocimiento de que «el otro es odioso», que es algo terrible. El nacionalismo es excluyente. Las amígdalas son buenas; la amigdalitis es enfermedad. Cuando se inflama alguna cosa entonces se convierte en una enfermedad. El capital es bueno, el capitalismo es malo. Europa debe ser el comienzo de la unidad».

Antonio Astorga
www.abc.es

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