terça-feira, 20 de maio de 2008

Un marciano de visita

Quizá podamos comprender un poco a Ibarretxe a partir de la reciente teología vaticana, que ha abierto la razón a la posibilidad de que exista alguna clase de vida en otros mundos, en otras galaxias. Semejante dureza de corazón sólo está al alcance de un extraterrestre, una criatura de sangre congelada y pulsos yertos, aterrizado desde Dios qué sabe qué universos para cumplir un extraño designio autodeterminista. El lehendakari se muestra insensible al sufrimiento ajeno porque por sus venas corre horchata interestelar, y la pétrea mirada con que obsequia a las víctimas del terrorismo -en los días impares en que no le toca confraternizar con los verdugos- no vendría a ser más que el fruto de su radical incapacidad para comprender el dolor, la soledad o el desamparo.

De este modo, el personaje al que Zapatero va a recibir hoy en la Moncloa -el presidente no encuentra por lo visto manera de cuadrar su agenda con la de Rajoy-sería una suerte de marciano programado con un circuito unívoco de ideas fijas. La proclividad del presidente a estrechar lazos con culturas y civilizaciones extrañas le otorga prioridad a esta cita antes que a la del líder de la oposición, que representa a varios millones más de ciudadanos y además no le acusa de torturar a presos. Pero incluso un optimista tan irreductible como el jefe del Gobierno debe saber que no cabe diálogo con un alienígena, y que tendrá que limitarse a recibir su extravagante propuesta, darle una negativa cerrada y acompañarlo cortésmente hasta la salida.

Todo lo que no sea ese trámite corto y expeditivo podrá interpretarse como una veleidad presidencial por explorar caminos siderales. Las últimas veces que Ibarretxe pisó palacio fue obsequiado con largas horas de conversación a puerta cerrada, cuyo contenido real jamás fue explicado por nadie. El contexto de negociaciones sobre el nefasto «Proceso de pazzzzzzz» concedía entonces un discreto atenuante a tan larga plática secreta, aunque el dirigente vasco nunca diese muestras de haberse involucrado seriamente en ningún tipo de solución que no pasara por la aceptación de sus propios planes, pero en cualquier caso se supone que ahora han cambiado las circunstancias y que, por tanto, un gobernante terrícola y un marciano tienen poco recorrido sobre el que reflexionar a solas. Salvo que Zapatero esté interesado en sondear la presunta existencia de nuevas hojas de ruta en las que dibujar sus conocidos vuelos experimentales de ingeniería política.

No hay mucho de qué hablar con un tipo que viene con un pliego de exigencias irrevocables y de propina te trae un expediente con sellos oficiales en el que te llama torturador con todas las letras. De hecho, recibirlo ya constituye de por sí una discutible deferencia. Escucharlo es bastante más de lo que merece, pero detenerse a discutir con él representa una concesión de generosidad rayana en lo inaceptable. Por el tiempo que pase hablando con el extraterrestre podrá colegirse hasta qué punto está ZP interesado en los detalles de la navegación interplanetaria.

Ignacio Camacho
www.abc.es

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