domingo, 11 de maio de 2008

Los misiles


Rusia ha recuperado sus grandes desfiles en la Plaza Roja de Moscú. El último tuvo lugar en 1990, un año antes del desmoronamiento del comunismo y la desaparición de la URSS. Me apasiona la estética militar rusa. En la década de los sesenta del pasado siglo me hice adicto a la música folclórica de Rusia, que interpretaban magistralmente los Coros del Ejército de la URSS, dirigidos por Boris Alexandrov. Un conjunto prodigioso que incluía marchas y canciones militares, desde «La Varsoviana» a «La Internacional», pasando por «La Canción del Guardia Fronterizo», que era tan virtuosa y difícil de cantar que de hacerlo los guardias fronterizos la URSS hubiera sido inevitablemente invadida.

El Ejército ruso tiene una estética que supera por mucho a la de los Estados Unidos. Sus desfiles son prepotentes y un algo amenazadores. Pero hay más de envoltorio que de contenido. La Armada soviética estaba amarrada y nadie sabía el destino de sus buques con la fragmentación de la URSS. Cenaba en «El Bodegón» de Madrid con Don Juan de Borbón, su Ayudante, el hoy contralmirante Teodoro de Leste y el Embajador de Rusia en España, Igor Ivanov. Era el último invierno cumplido en vida de Don Juan, que se interesó, sobre todo, por la situación de las flotas rusas. «Los buques tienen una gran apariencia, pero más de la mitad de ellos no pueden navegar», le informó el embajador a Don Juan. La URSS fue una gran mentirosa respecto a su poder militar. El gran despilfarro de la carrera espacial, de la que fueron pioneros, menguó los presupuestos militares, pero sólo en su eficacia, que no en su número y estética. Y eso lo entendió Reagan mejor que nadie.

Para mí, que los impresionantes misiles que mostraron los rusos en la Plaza Roja de Moscú, estaban vacíos. Pero no importa. Siguen siendo los grandes dominadores de la escena. Un militar ruso se forma también en la Literatura y el Teatro. La escenografía de un desfile en Moscú supera incluso a la de un acto multitudinario en el Vaticano. En ese aspecto, Hitler y el nazismo tenían también un gran dominio de las masas, y sus actos militares se fundamentaban en la escenografía de las óperas wagnerianas. Pero en aquella época, tanto comunistas como nazis -y bien que lo demostraron posteriormente-, mostraban un armamento que servía a sus fines. Los americanos son más reacios a enseñar lo que tienen, y cuando lo usan, las armas funcionan. Pero carecen del sentido de la belleza, la marcialidad y la armonía del orgulloso Ejército ruso, con esos misiles impresionantes que ofrecen todo el aspecto de la oquedad. Alguno de ellos estará completo, pero los útiles no los desfilan. Los tienen dispuestos para lanzarlos desde sus plataformas. Rusia, que es una de las naciones más poderosas y ricas del mundo, aún padece las consecuencias de la ruina comunista. Volverá por sus fueros muy pronto, y en un futuro no muy lejano se unirá militarmente a las naciones occidentales. Es inevitable.

Pero mientras ello se realiza, hace muy bien el Ejército ruso en desfilar en la Plaza Roja con su maravillosa estética, sus misiles vacíos, sus poderosos carros de combate y sus soldados marciales y altaneros, porque los grandes espectáculos son los que elevan la moral de los pueblos. Y los rusos, en eso, son los maestros supremos de la escena.

Alfonso Ussía

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