segunda-feira, 23 de novembro de 2009

Chávez, Zapatero, «Carlos»

Lo pintoresco, en política, enmascara lo trágico. Siempre. La España de Zapatero y Moratinos tiene un aliado estratégico: el caudillo Hugo Chávez. Junto a los ayatolahs iraníes, Chávez y Zapatero componen el triángulo de la «alianza de civilizaciones». Es una suerte que lo peculiar de sus tres promotores deje la cosa en ridícula; con dimensiones serias, hubiera sido trágica.

Con nuestro aliado venezolano empeñado en desencadenar una guerra generalizada en América Latina, ver sólo en él al personaje histriónico es querer engañarnos a nosotros mismos. Histriónico era Mussolini; o el austríaco pintor de brocha gorda que desencadenó la mayor matanza de la historia. Parece imposible imaginar a alguien más histriónico que Perón; sus efectos trágicos no han dejado de devastar hasta hoy a la Argentina. Es una mala política trivializar lo peor. Nos consuela reírnos de ello, sí. Pero la risa se congela cuando uno se para a pensar en algo sencillo: que, para un dictador, lo más estrafalario es proyecto de realidad. Puede que quienes leyeran en 1934 los proyectos hitlerianos de borrar del planeta al pueblo judío tomaran aquello por un hilarante acceso de locura; sabemos lo que vino luego. Nunca más le riamos las gracias a un déspota. Despertaríamos, de nuevo, en la pesadilla.

Doble movimiento simultáneo de nuestro aliado en Caracas. La amenaza de invadir la Colombia en cuyo territorio opera la narcoguerrilla aliada del bolivarismo, deja un poco en la sombra la «pintoresca» reivindicación por Hugo Chávez del terrorista venezolano Carlos: «Secuestrado por la Policía francesa. Se lo llevaron secuestrado desde donde estaba viviendo en Sudán. Lo metieron en un saco y se lo llevaron a París. Allá está preso. Lo reivindico como luchador revolucionario, digan lo que digan. Sobre él cayó una responsabilidad que no es suya».

Ilich Ramírez, alias Carlos, alias El Chacal, fue, para quienes no lo recuerden, la pieza maestra de la unidad de operaciones internacionales del FPLP palestino en los años setenta y ochenta. Agente del KGB desde 1968. Jefe de la unidad de Operaciones Exteriores del FPLP desde inicio de los setenta. Autor del atentado en el aeropuerto de Orly (21 heridos) en enero del 75. Comandante del grupo que secuestra, en diciembre de ese año, a once ministros de la OPEP en Viena. Cabeza de la unidad de ejecutores del FPLP, desde su instalación en Beirut en el 79. Detenido por los servicios de inteligencia franceses en Jartum en 1994 y condenado en Francia a cadena perpetua.

Es también otra cosa más relevante para la lógica de nuestro aliado civilizatorio en Caracas: el puente entre dos generaciones terroristas; la izquierdista, puesta en marcha por el KGB a final de los sesenta, y la ultra-reaccionaria, que se articula en torno al texto coránico a partir del éxito jomeinista. Empeñado en articular un eje del petróleo Teherán-Caracas, ningún ejemplo puede serle más tentador al caudillo bolivariano que el del asesino en serie que narra su conversión a la fe de Alá en su autobiográfico L´Islam révolutionnaire: «La revolución es hoy, antes que nada, islámica... Un atentado vale más que todos los panfletos para fracturar la espesa pared de la ignorancia y de la indiferencia, más que toda una biblioteca de sabios análisis... Un atentado resuena como un trueno en la sombra espesa de las conciencias obesas, embrutecidas en el confort del egoísmo más estúpido... El terrorismo es una especie de himno a lo humano... Osama Ben Laden es el héroe de todos los oprimidos».

Un himno, en suma, a la humanitaria alianza de civilizaciones: la de Chávez, la de Ahmadineyad, la de Zapatero.

Gabriel Albiac, catedrático de filosofía de la Universidad Complutense de Madrid

www.abc.es

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