quarta-feira, 11 de novembro de 2009

Grandes mentiras de la Historia



Pues sí. Napoleón no era ningún enano, Einstein sacó siempre notas brillantes en matemáticas, Colón no descubrió que la Tierra era redonda, Julio César no nació por cesárea, Van Gogh conservó sus dos orejas hasta la muerte y Hernán Cortés quemó muchas cosas en la conquista de México, pero nunca sus propios barcos.

Raramente veremos lo contrario en algún libro de Historia serio, pero estos mitos están anclados con fuerza en el imaginario popular y han sido transmitidos como auténticas leyendas urbanas de generación en generación.

Pero estos seis personajes no son los únicos. La historia está plagada de mitos que no se sostienen por ninguna evidencia, y en muchos casos, son positivamente falsos. No se tratan de interpretaciones dudosas de realidades históricas complejas, sino de simples y llanos bulos.

Algunas han sido popularizadas por Hollywood aunque tuviesen un origen anterior. Por ejemplo, no hay ninguna prueba de que los guerreros vikingos llevasen cascos con cuernos.
Hay evidencias de que los sacerdotes sí los utilizaban en ceremonias rituales, pero nunca en la batalla. El artista sueco Gustav Malmström fue el primero en representarlos de esa guisa, a partir de 1820. Desde entonces, cualquier vikingo que se precie ha de llevar cuernos en la cabeza.

O los famosos pulgares del circo romano. El gesto con el pulgar hacia abajo quería decir, de hecho, perdonar la vida al gladiador vencido. Cuando el público quería que se le rematase, colocaba en pulgar en posición horizontal. Como en el caso de los vikingos, es una confusión que viene de antiguo y que hemos visto en numerosas ocasiones en el cine.

Un clásico del Trivial: ¿Qué emperador romano nombró cónsul a su caballo? Ninguno. No hay prueba alguna de que Calígula hiciera tal cosa; lo máximo, una leyenda urbana de la época que ha llegado hasta nuestros días. “El historiador romano Suetonio dice que el césar quería mucho a un caballo que corría en el circo que se llama Incitatus. Pero sólo comenta que "hasta se dice que le destinaba el consulado", no que le nombrase cónsul. Sobre esto no hay ninguna otra información que pueda ser confirmada en otros autores.” afirma Pilar Fernández Uriel, profesora de Historia Antigua en la UNED.

Otras, por desgracia, son menos simpáticas. Existe la creencia generalizada de que los nazis fabricaban jabón a escala industrial con los cadáveres de los judíos asesinados en las cámaras de gas; falsa también. Se sabe que los nazis produjeron jabón con grasa humana con fines experimentales, pero no fue ni una práctica generalizada ni común.

“Era un rumor cruel en los campos” explica Aaron Breitbart del Centro Simon Wiesenthal “pero ningún investigador del Holocausto lo sostiene” Michael Berembaum, rabino y especialista en el Holocausto va aún más lejos “no tenemos ninguna evidencia de que los nazis fabricasen jabón con los cadáveres de los campos de exterminio”. El mito, según los expertos, se consolidó después de que apareciese en el documental “Noche y niebla” de Alain Resnais.

¿Por la boca muere el pez?

Algunas de las citas más famosas de la historia son también apócrifas. El general Custer jamás pronunció la frase “El único indio bueno es el indio muerto” aunque a la luz de su comportamiento en las Guerras Indias probablemente lo pensase. La cita es atribuida por los historiadores a otro general de la misma guerra, Philip H. Sheridan, aunque el congresista republicano James Michael Cavanaugh expresó una idea muy similar poco antes.

No hay tampoco ninguna evidencia que sostenga que Maria Antonieta dijese realmente “si no tienen pan, que coman pasteles”. La frase aparece por primera vez en las Confesiones de Jean Jacques Rousseau, escritas en 1769, refiriéndose a una joven princesa de la corte parisina. Maria Antonieta llegó a Versalles en 1770, es imposible que la frase saliese de su boca. Aún así, los revolucionarios franceses propagaron la leyenda como cierta; nada como una buena frase falsa para atacar al enemigo.

O para canonizar a un santo laico. La primera referencia escrita a la cita "Y sin embargo se mueve" es 124 años posterior a que supuestamente ocurriese; con casi total seguridad, Galileo no susurró esas palabras después de verse obligado a negar sus teorías frente a un tribunal de la Inquisición. Es una leyenda urbana menos conocida, pero tampoco hay ninguna prueba histórica de que Galileo realmente lanzase una bola de hierro y otra de madera desde lo alto de la torre de Pisa para demostrar a los escépticos que caían a la misma velocidad.

Pero como dijo un compatriota suyo, "si non è vero è ben trovato".


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