sexta-feira, 20 de novembro de 2009

Medicamentos falsos y falta de competencia

El reciente escándalo sobre el uso de medicamentos falsos en la mutual sindical argentina La Bancaria plantea problemas que van desde la protección de las marcas y la libertad de elección de los sindicados a las obras sociales de su central hasta el financiamiento de las campañas electorales.

La investigación judicial revela toda una trama de empresarios piratas asociados con sindicalistas para la venta de medicamentos falsos, que éstos asignaban a sus compañeros de central, funcionarios que deberían controlar las obras sociales conniventes o ineptos y aportes a la campaña electoral de la actual presidente por parte de empresarios inescrupulosos. En el medio, estaba en juego la vida de los pacientes.

No faltará quien afirme que esto muestra los daños que ocasiona el dejar la provisión de algo tan importante como los medicamentos en manos de quienes se mueven con fines de lucro y exija más controles y regulaciones. Pero lo que ha estallado es el contubernio y la corrupción entre poderosos amigos del gobierno, sindicalistas, monopolistas y reguladores.

Se trata de lo opuesto a la producción competitiva de medicamentos en el mercado libre, donde los consumidores eligen y los laboratorios se preocupan por proteger sus marcas y mantener la calidad de sus medicamentos, mientras los proveedores de servicios médicos compiten entre sí en beneficio de los pacientes.

Los medicamentos falsos son un grave problema en América Latina. Según cifras del Banco Mundial y de la Organización Mundial de la Salud, hasta el 40% de los fármacos utilizados en varias regiones de Argentina, México y Colombia son falsificaciones. Algo parecido ocurre en Rusia, donde una empresa farmacéutica fundada por el ex candidato presidencial Vladimir Bryntsalov fue condenada por producir medicamentos falsos en forma masiva. La hermana de aquél, Tatiana, también fue procesada por lo mismo, pero apenas tuvo que pagar una multa de 1.500 dólares.

La corrupción es el caldo de cultivo de los medicamentos falsos. El gobierno de Buenos Aires descubrió el año pasado enormes discrepancias de precios en las adquisiciones de fármacos, pero la compra centralizada no ha logrado resolver el problema.

Los medicamentos falsos proliferan donde las instituciones administrativas y jurídicas son débiles y donde el gobierno interviene exageradamente a través de elevados aranceles e impuestos, controles de precios y regulaciones sin cuento. China y la India son la fuente principal de fármacos falsos: allí, se supone que los gobernantes han tomado fuertes medidas para combatir este mal, medidas que incluyen incluso la pena de muerte para quienes comercialicen dichos productos. Sin embargo, predominan por doquier.

Los países con bajos niveles de consumo de fármacos falsos son aquellos en que las marcas gozan de protección y las víctimas de los primeros pueden reclamar ante los tribunales por lo civil y por lo penal.

Un informe del International Intellectual Property Institute sostiene que las acciones civiles para proteger las marcas son "muy lentas para ser efectivas", y que incluso cuando se establecen pagos por daños, éstos "tienden a ser muy bajos (...) y no compensan los daños sufridos por el titular de los derechos intelectuales". Todavía peor: "Los daños que sufren los consumidores con estas violaciones no son reparables y reclamables".

Mientras esos derechos sigan desprotegidos, los pacientes sufrirán los grandes riesgos aparejados a los medicamentos falsos. Lamentablemente, reducir o eliminar la corrupción es un proceso lento, pero sí hay algo que se puede hacer: se deben eliminar los impuestos y aranceles que aumentan los precios de las medicinas y hacen más atractivas las falsificaciones.

Argentina impone tarifas de casi el 10% a la importación de productos farmacéuticos: eleva así sus precios innecesariamente. Por otra parte, el reciente escándalo es una nueva muestra de los perniciosos efectos de las deducciones obligatorias aplicadas a las nóminas salariales, mientras que los pacientes se sienten atrapados por la falta de competencia.



MARTÍN KRAUSE, director de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas de Buenos Aires (Ciima/Eseade).

http://exteriores.libertaddigital.com

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