sexta-feira, 29 de janeiro de 2010

Antonio Gala

Intuyo que Antonio Gala no se ha preocupado en conocer con hondura a la tierra vasca y sus gentes. Y tampoco en recordar horrores. Todos sabemos de dónde nació la ETA, y lo que pretendió y pretende asesinando. La ETA no luchó contra el franquismo. Le importaba un rábano. Prueba de ello es que el período más brutal y sanguinario de los terroristas vascos coincide con los años de la transición a la democracia y la libertad, que a un paso estuvieron de ser aplastadas como consecuencia de sus crímenes. La muerte de Franco no establece ninguna diferencia entre la ETA anterior y la ETA posterior al fallecimiento del general. No hay, por lo tanto, una ETA apreciable y otra despreciable. Se nota que ha estado poco por ahí el ilustre escritor andaluz nacido en La Mancha. De las 857 víctimas de la ETA, más de ochocientas han sido asesinadas con Franco enterrado en el Valle de los Caídos. Distinguir a una ETA anterior de la posterior a Franco, equivale a respetar o no a las víctimas del antes y del después. Escribe Gala en su «Tronera» del diario «El Mundo» del pasado martes 25 de enero: «Siento por ETA, haga lo que haga (incluso sugerir otra negociación a la que llama –¿no sabe castellano?–, “proceso democrático”), un profundo desprecio. Ahora; no antes con Carrero o Franco». O Gala no ha sabido explicarse o Gala ha metido el remo con contundencia. Tan asesinos eran los etarras durante el franquismo como después del franquismo. Y tan inocentes las víctimas de un período como del otro. No despreciar a la ETA que asesinó en los últimos años del Régimen anterior se me antoja indigno de quien siempre ha presumido de defensor a ultranza de la paz y enconado enemigo de la violencia.

Aquella ETA que Gala no despreciaba, es decir, que apreciaba, además de al Almirante Carrero Blanco –¿se alegró de ello Antonio Gala?–, asesinó a la niña Begoña Urroz, al guardia civil José Pardines, al policía Melitón Manzanas, al taxista Fermín Monasterio, al municipal Eloy García, al obrero Fernando Quiroga, al obrero Jorge Juan García, al obrero José Humberto Fonz, al conductor José Luis Pérez Mojena, al policía Juan Antonio Bueno, al guardia civil Gregorio Posadas, al guardia civil Manuel Pérez, al guardia civil Martín Durán, al panadero Baldomero Barral, al camarero Gerardo García, al camarero Miguel Llanes, al cocinero Francisco Gómez, al ferroviario Antonio Lobo, al agente comercial Luis Martínez, a la telefonista María Jesús Arco, al ama de casa María José Pérez, a la estudiante María Ángeles Rey, a la maestra Francisca Baeza, a la administrativa Concepción Pérez, al mecánico Antonio Alonso, al guardia civil Jerónimo Vera, al guardia civil Luis Santos, al guardia civil Argimiro García, al policía José Díaz, al policía José Ramón Morán, al guardia civil Andrés Segovia, al policía Fernando Llorente, al guardia civil Domingo Sánchez, al guardia civil Mariano Román, al policía Ovidio Díaz, al obrero Fernando Fernández, al conductor de autobús Carlos Arguimberri, al taxista Francisco Expósito, al guardia jurado Demetrio Lesmes, a los guardias civiles Esteban Maldonado, Jesús Pascual Martín y Juan José Moreno, al taxista Germán Aguirre, a los guardias civiles Manuel López Treviño y Manuel Vergara,y a los alcaldes Antonio Echevarría y Víctor Legorburu. Todos asesinados con anterioridad a la muerte de Franco, durante la época en la que la ETA, según Gala, no era despreciable.

Su talento y prestigio exigen su disculpa.

Alfonso Ussía

www.larazon.es

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