sexta-feira, 29 de janeiro de 2010

La (mala) suerte de Obama

Para tener un gabinete de asesores cuya única virtud es la táctica política, Obama no podía haber escogido peor momento para su primer discurso sobre el estado de la Unión: apenas una semana después de la sonora derrota en Massachusetts y con el país mucho más pendiente de la vecina Superbowl que de sus palabras.

De hecho, el miércoles por la noche de Washington, de las dos pantallas de televisión del Café Milano, la gente miraba con entusiasmo la presentación del nuevo ordenador de Apple y sólo con el rabillo del ojo los gestos de su presidente. Gestos que por culpa de unos teleprompter demasiado elevados, quedaban demasiado arrogantes.

Y casi mejor que no hubiera sonido, porque el interminable discurso de Obama sonaba a viejo, a más de lo mismo: la culpa de sus males es de Bush, de los banqueros y de los republicanos. Si sus políticas no funcionan o no son del gusto de los americanos, da igual.

Obama se sabe tocado y con una popularidad que se le escapa día a día. De ahí el tono populista, su largo empeño en crear puestos de trabajo y los guiños a las clases medias. Su mala fortuna, que subrayó precisamente todo aquello que desagrada a los votantes americanos. Y lejos de ser conciliador o medrado, acentuó el partidismo y su escoramiento a la izquierda.

Un discurso, en suma, centrado en la economía, repetidor de las recetas que no han funcionado hasta la fecha y que ahondó en los temores de los americanos, el descontrolado déficit y las facturas de las políticas del gobierno, desde el sistema de sanidad a la educación. Ah, y para ser el año 2010 un año lleno de retos internacionales, desde Corea del Norte a Venezuela, pasando por Irán y Afganistán, Obama pasó de puntilla sobre todos estos temas. Acabó el discurso y los numerosos clientes del café Milano seguían hablando del IPad de Steven Jobs y no de los «jobs» a los que aludía el presidente.

Rafael L. Bardají

www.abc.es

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