segunda-feira, 25 de janeiro de 2010

La historia extravagante de Nigel Townson

Hace años expuse el hecho de que España había prosperado bajo el franquismo como en ninguna ocasión antes o después. Hecho evidentísimo, pero que me ganó insultos y expresiones de asombro: ¡cómo, si todo el mundo sabe que el franquismo fue una época de absoluta miseria! Una serie de historiadores y políticos gritones habían logrado hacer creer a mucha gente el dislate. Esto sí que es un páramo cultural.

Me pasan ahora un artículo del historiador inglés Nigel Townson, que, un poco en la línea de Preston, ha resumido en un artículo de El País la evolución política de España a partir de la visita de Eisenhower, en 1959. Al menos, el autor reconoce que España ingresó bajo el franquismo "en el Primer Mundo y en el exclusivo club de los países con una renta por habitante superior a los 2.000 dólares". Algo es algo. Pero el resto ya es otra cosa. Con soberbia anglosajona, el autor atribuye, por lo menos en medida muy grande, la evolución posterior de España a los efectos miríficos de la citada visita, del "visto bueno de Eisenhower". De ahí vino, sugiere él, la rectificación de la política autárquica, que superó "la miseria e injusticia social extremas del primer franquismo", así como el aislamiento internacional que siguió a la derrota de Alemania en 1945. Pues el régimen de Franco fue condenado por las Naciones Unidas y "el presidente estadounidense Harry Truman, baptista y masón, odiaba a Franco (...) y se negó a apoyarle".

La historia está muy mal contada. Franco mantuvo a España al margen de la guerra mundial, lo que fue una absoluta bendición para Inglaterra y para Usa. De otro modo, durante varios meses cruciales entre 1940 y 1941, Inglaterra pudo haber sido vencida, y en noviembre de 1942 el camino hacia la victoria aliada pudo haberse visto seriamente retrasado. Cuando se comparan estos hechos con las ayudas prestadas por Franco a los alemanes, estas últimas caen casi en lo anecdótico. Ciertamente Franco no obró así por simpatía a los anglosajones, a quienes no debía casi nada mientras que tenía una deuda con Alemania, aunque no deseaba un triunfo abrumador de ella, que la convirtiera en dueña absoluta de Europa. Obró exclusivamente en función de los que consideraba –muy acertadamente– los intereses españoles.

La deuda que entonces contrajeron Londres y Washington con Madrid (reconocida en parte por Churchill) fue absolutamente invalorable. Sin embargo, el pago consistió en un aislamiento y hostilidad que contribuyeron enormemente a lo que Townson llama "la miseria e injusticia social extremas" del primer franquismo. Esas actitudes no se debieron sólo a Truman o a Attlee, sino también a Stalin, algo que no debe olvidar un historiador. Ante la ruina de Europa en la posguerra, Franco buscó la cooperación con Londres, pero Churchill y Hoare le respondieron arrogantemente que se arreglarían muy bien sin España, que la alianza con la URSS no se rompería y que Inglaterra desempeñaría un papel decisivo en la posguerra. Franco, más realista, no creía que la alianza con Stalin durase, ni que Inglaterra fuese a desempeñar un gran papel, por lo que cambió la dirección de sus esfuerzos hacia Usa, chocando con Truman. Y acertó, desde luego. Se armó de paciencia, desafió la hostilidad exterior, y finalmente los occidentales tuvieron que reconsiderar su postura y aceptar la realidad. España entró en la ONU incluso con el voto favorable de la URSS. ¡Cuánto habían cambiado las cosas!

En cuanto a la miseria, conviene relativizarla mucho. Después de la guerra casi toda Europa estaba en la miseria, y en Inglaterra, como en España, el racionamiento sólo se suprimió ya entrados los años 50, a pesar de que la primera recibió un muy generoso Plan Marshall, mientras que España recibía aislamiento. Y aun con todos estos enormes obstáculos exteriores, además del interior y muy peligroso del maquis, es muy probable que ya en los años 40 España hubiese superado los índices económicos de 1935, como lo indican el aumento en la producción de electricidad, la fuerte baja en la mortalidad infantil, el aumento muy considerable del estudiantado medio y superior y otros muchos indicadores. Siempre se pone el año 1935 como comparación, pero lo justo es hablar de mediados de 1936, cuando el Frente Popular estaba hundiendo la economía en picado. Estas cosas no debe olvidarlas quien habla de estos asuntos.

Cree Townson que la visita de Eisenhower desató los cambios económicos y sociales que vinieron después, pero la verdad es que el espectacular desarrollo fue ante todo obra de los economistas del régimen, que eran del régimen, aunque algunos después se hayan inventado vidas de fantasía, deporte muy extendido hoy en España. Economistas salidos de la primera Facultad de Ciencias Políticas de España, obra del franquismo, y en quienes Franco depositó su confianza. Y los cambios sociales en ningún momento supusieron una amenaza para el régimen: éste y la sociedad se iban adaptando bastante bien el uno al otro, y dentro de la misma dictadura iban predominando los que la consideraban un remedio extraordinario a la crisis extraordinaria de los años 30, frente a quienes la creían un régimen indefinidamente estable, superador tanto del marxismo como del liberalismo. De ahí, precisamente, partió la transición.

Dice también Townson: "Doctrinas que chocaban directamente con el discurso de la dictadura fueron rápidamente asimiladas, sobre todo el marxismo, de gran difusión entre los estudiantes, trabajadores, clérigos progresistas, artistas e intelectuales". Yo viví aquella época y no recuerdo que el marxismo fuera ni tan rápidamente asimilado ni tan difundido como él cree, ni muchísimo menos. Esto ocurrió sobre todo después de muerto Franco, cuando hasta los intelectuales y políticos de derecha mostraban gran respeto (supersticioso) por el marxismo, aunque en España esta doctrina nunca pasó de tópicos de baratillo y de una admiración beata hacia la URSS, bien puesta de relieve en el caso Solzhenitsin, que he citado otras veces por lo revelador que fue.

Y conviene advertir, cosa que a Townson se le escapa, que el marxismo ha sido la doctrina totalitaria por excelencia en el siglo XX. Por cierto que otro rasgo de aquella oposición era una simpatía extrema por el terrorismo de la ETA, por Fidel Castro y por las experiencias populistas dictatoriales en medio mundo. Además, mucho mayor peso contra el régimen tuvo el despego de la Iglesia católica durante el pontificado de Pablo VI, dato al que el historiador no presta la menor atención. No se trataba sólo de "clérigos progresistas" (su ideal de progreso era alguna forma de totalitarismo).

Afirma nuestro historiador: "La oferta (cultural) oficial competía ferozmente con la marxista, la liberal y otras". Cuando yo era joven, la "oferta" cultural franquista apenas existía. La cultura era más espontánea y menos subvencionada y controlada que ahora mismo, parte considerable de ella influida por un típico marxismo bruto. Liberal, apenas existía. Ni los demócratas y liberales juzgaron oportuno molestar demasiado al franquismo ni a la inversa, actitud que explicaron muy bien Marañón y el propio Besteiro al terminar la guerra civil.

En fin, dejémoslo aquí. Haría bien el señor Townson en olvidar ciertos tópicos y cierta soberbia al tratar los asuntos que trata, algo más complejos de cómo él los presenta.

Pío Moa

http://www.libertaddigital.com

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