domingo, 8 de novembro de 2009

Octubre Rojo, una deuda pendiente con la historia

Soldados y obreros armados se agolpan en una calle de San Petesburgo el 25 de Octubre | Wikipedia


La Revolución de Octubre, acontecimiento que influyó enormemente en el devenir del siglo XX, según consideran de forma unánime los historiadores, sigue hoy día sembrado la polémica en Rusia. Las heridas de aquel golpe de Estado perpetrado por los bolcheviques para instalar el poder comunista de los “sóviets” (consejos) continúan abiertas 92 años después. La esquizofrénica élite política del país, que ensalza a Stalin mientras abraza un tipo de capitalismo ya desfasado por inhumano e indecoroso, aparece como el principal obstáculo para que el país logre de una vez encontrarse a sí mismo.

“No es a los defensores del poder soviético a los que hay que reverenciar, sino a aquellos que lucharon en la URSS contra el comunismo. Defendían la libertad en un país falto de libertades. Pero, ¿vale realmente algo su memoria en la Rusia actual, que se define como democrática?”, escribe el periodista ruso, Alexánder Podrabínek en un artículo aparecido el pasado 21 de septiembre en el digital “Ezhednevni Zhurnal”.

Su publicación le ha valido a Podrabínek amenazas de muerte, varias querellas por ofensas y una campaña de acoso encabezada por “Nashi” (los nuestros), movimiento juvenil patrocinado directamente por el Kremlin. Durante tres semanas, militantes de “Nashi” organizaron diariamente piquetes en la puerta del domicilio del periodista, gritando insultos, exigiendo que pida perdón y haciendo llamamientos a los vecinos para que participasen en la protesta. Él y su familia han tenido que esconderse.

“Hay que poner fin a gimoteos hipócritas sobre el sentir de los veteranos ofendidos por los ataques contra el poder soviético. El mal no debe quedar impune y tampoco quienes lo ejecutaron. El desprecio de sus descendientes es lo mínimo que merecen quienes construyeron y defendieron el poder soviético”, es la frase con la que Podrabínek remata su columna. Califica además el pasado comunista de “sangriento, falaz y vergonzoso” y a los veteranos que lo amparan de “centinelas” y “verdugos” del terror estalinista.

El artículo es la respuesta dada por Podrabínek a la decisión de las autoridades moscovitas, tomada a instancias de un grupo de veteranos, de obligar a una taberna de la capital llamada “Antisoviética” a cambiar el nombre. El 18 de septiembre, los dueños de la tasca encargaron a unos operarios retirar las cuatro primeras letras del rótulo, en donde ahora se lee “Soviética”.

El responsable municipal del distrito justificó la medida afirmando que el nombre de la cantina “hería el honor y la dignidad de los veteranos”. El articulista ruso se pregunta quién salvaguarda hoy día el honor y la memoria de los disidentes masacrados por levantarse contra los abusos del régimen comunista y añade: “los pocos que quedan aún con vida no reciben del estado ningún subsidio, viven en la miseria”.

Otra deuda pendiente con el pasado, según el historiador Eduard Radzinski, tiene que ver con la ejecución sumarísima de Nicolás II, el último zar, y su familia. “La sociedad rusa necesita cerrar esa trágica página de su historia admitiendo que se cometió una terrible monstruosidad”, sostiene Radzinski. Según su opinión, “aquí no hemos llevado a cabo todavía nuestro Núremberg sobre los crímenes cometidos por el régimen comunista”.

Encabezados por Vladímir Ilich Lenin, los bolcheviques culminaron su revolución en Petrogrado (San Petersburgo) con la toma del Palacio de Invierno, el 25 de octubre de 1917, según el calendario juliano vigente entonces (7 de noviembre según el gregoriano). El poder pasó a manos del II Congreso de los Sóviets (consejos) de trabajadores y soldados. En la noche del 16 al 17 de julio del año siguiente, fueron fusilados en Ekaterimburgo el zar, su esposa, sus cinco hijos, el médico de la familia, y tres criados. Los verdugos, capitaneados por Yákov Yurovski, intentaron después hacer desaparecer los cadáveres, quemándolos con ácido y gasolina.

A petición del ex presidente y actual primer ministro ruso, Vladímir Putin, el Parlamento abolió el 8 de diciembre de 2000 el “Canto Patriótico” del compositor Mijaíl Glinka como himno ruso y restableció el soviético, compuesto en 1943 por Alexánder Alexándrov según encargo de Stalin.

Rafael M. Mañueco - Moscú
www.abc.es

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