domingo, 10 de janeiro de 2010

El momento de España

Ya nos decía Ortega que España, de tanto estar enferma, ha desarrollado una «atmósfera de hospital» que nos sofoca a todos: a quienes deseamos su curación y a quienes la preferirían en porciones, como los quesitos de pasta fundida, en los que el muestrario de sabores -desde la butifarra al pilpil pasando por el gazpacho- compusieran una carta federal en lugar del menú único que, predicando grandeza y libertad, no nos trajo ninguna de las dos. Todos coincidimos en ese punto: España está enferma y viene estándolo desde la noche de los tiempos. Nuestra plural discrepancia arranca por causa del diagnóstico y, más que nada, como consecuencia del tratamiento. Cada cual entiende una enfermedad distinta, capaz de justificar sus propias frustraciones, y apela a un tratamiento diferente, útil para sus propios intereses.

Los españoles no estamos cómodos en España. En ocasiones nos perturba la mera existencia de otros españoles con propósitos divergentes de los nuestros y, siempre, nos resulta insoportable el precio fiscal que debemos satisfacer por llevar en el bolsillo un DNI. El sentimiento ácrata no es esencial en el alma española. Se trata de una respuesta ante el abuso y el despilfarro sin el que aquí, antes y ahora, no se concibe el ejercicio del poder. De ahí que resulte tan cansado ser español y estemos todos, sin haber bebido un solo vaso de vino, bajo los demoledores efectos de una resaca perpetua.

Como ayer nos señalaba Antonio Hernández Gil en estas páginas, hemos perdido la memoria. No sólo la histórica, deformada por el oportunismo político de un protagonista que confunde la revancha con la ideología, sino todas las memorias. Sólo nos queda la del ordenador. Los españoles ya no somos un grito de rebeldía. Hemos hecho carrera de la protesta y eso desnaturaliza la esencia del progreso verdadero, no el litúrgico que predica la izquierda. Ya no nos queda nada de la ironía de Cervantes y la herencia de la sátira de Quevedo se la han quedado un par de poetas bufos y tres cantautores zurdos. En ese ambiente, poco apto para la esperanza, entendemos como insólito que nieve en invierno y todo cuanto nos pasa como consecuencia de lo que, con nuestros votos, hemos querido que nos pase. Con un Gobierno instalado en el oportunismo más pueril y una Oposición que quítate tú para ponerme yo, sin más hondos fundamentos, todo va demasiado bien.

M. Martín Ferrand

www.abc.es

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