Hoy, los niños haitianos están en una situación de enorme vulnerabilidad. En el escenario actual -el infierno, dicen algunas crónicas- miles de niños se han quedado solos. Niños que estaban en una situación precaria antes de esta terrible sacudida de la tierra en uno de los países más pobres del mundo, con altas tasas de mortalidad infantil, con preocupantes índices de malnutrición y con difícil acceso al agua potable. Niños que ya vivían desprotegidos y eran, en muchos casos, víctimas de violencia.
Ellos son el principal objetivo del equipo especial de Unicef en sus trabajos de ayuda a los afectados por esta emergencia. Nuestros esfuerzos se concentran en asegurar la supervivencia infantil con acciones para el acceso al agua potable, saneamiento, alimentos y atención sanitaria, pero de una catástrofe, los niños se quedan solos y desorientados entre los escombros de una ciudad devastada, expuestos a situaciones de abuso y explotación. Hay que asegurar su protección. Trabajamos para encontrar a esos niños y para habilitar espacios seguros en los que poder cubrir sus necesidades básicas y donde puedan jugar y mantener actividades escolares.
El juego y la escuela cobran, en emergencias, una importancia extraordinaria, son herramientas eficaces contra los efectos psicológicos, muchas veces irreversibles, que un desastre como este produce en los niños. La actividad escolar y el juego contribuyen a alejar sombras de miedo, angustia y dolor.
Este conjunto de acciones para la supervivencia y la protección son la base para reconstruir las vidas de los niños. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, que está en Haití desde 1949, trabajará, una vez superada la fase de emergencia, en las tareas de reconstrucción y retomará su labor para el desarrollo de un país en el que la infancia ya abordaba situaciones terribles antes del martes pasado.
CONSUELO CRESPO, Presidenta UNICEF España
www.abc.es
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