Cuánto tiempo que no hablábamos de esto. Cuánto tiempo glosando la fortaleza de la región y su resistencia a la crisis. Pero hay países condenados al suicidio y dirigentes empeñados en perpetuar la miseria de sus ciudadanos. Afortunadamente América Latina tiene hoy unas economías más sólidas, menos dependientes del ahorro externo, con unos sistemas financieros mejor supervisados y más competitivos. Los gestores irresponsables son la excepción y no la norma. Una excepción acotada a dos grandes países, Venezuela y Argentina, e imitada en unos cuantos satélites que han dependido del petróleo del primero para financiar su revolución. Una excepción cuyas necesidades de liquidez han explotado esta semana.
En Venezuela, el petróleo ya no da para alimentar los delirios de grandeza de un presidente que ha conseguido malgastar la mayor bonanza petrolera de su historia. Hay escasez y nadie produce nada. La solución no ha sido una devaluación, lo que ya de por sí es complicado sin un plan de estabilización que la haga viable, sino volver al control de cambios, a un régimen de tipos múltiple, a la corrupción sistemática y al clientelismo. Bien lo sabe ese país porque lo ha vivido muchas veces. Y como no será suficiente, habrá confiscaciones y ocupaciones de empresas. Hasta el delirio final. En la Argentina, el conflicto institucional entre la presidenta de la Nación y el del Banco Central todavía puede contenerse. Mucho más importante que los 6.569 millones de dólares de reservas es la credibilidad de un país que tiene en sus vecinos Brasil y Chile los mejores ejemplos de que la buena política económica compensa. Una vez más, el peronismo se convierte en su principal enemigo y las ansias de perpetuarse en el poder en su instrumento mortal. No está en juego el destino de las reservas sino la independencia de la política monetaria, la posibilidad de una nueva híper como allá le llaman.
Fernando Fernández
www.abc.es
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