domingo, 10 de janeiro de 2010

Al Qaeda en vivo y en directo

Impresiona la repercusión que está teniendo en Estados Unidos el intento de atentado contra un avión procedente de Ámsterdam, cuando se disponí­a a aterrizar en Detroit, el pasado 25 de diciembre. Ya han pasado dos semanas y sigue habiendo a diario tres y cuatro artí­culos relacionados de muy diversa manera con el tema en la página de inicio de la edición on-line de los principales periódicos americanos. Sin duda, de todos. Tampoco disminuyen en la sección editorial y de colaboraciones. Para quien pudiera creer que el 11-S era ya una herida cerrada, la reacción ante ese atentado fallido demuestra hasta qué punto está viva en la psique colectiva americana. Toda la lucha contra el terror y sus discutidos métodos, el jihadismo, los fallos y aciertos de la inteligencia, la personalidad y peripecia del terrorista y muchas otras cosas, y desde luego Yemen.

Si no fuera por Al Qaeda, Yemen podrí­a continuar siendo uno de los lugares más ignorados del planeta. Cierto que su localización estratégica en la entrada del Mar Rojo, enfilando hacia Suez, le confiere siempre alguna importancia. Antiguamente era la ruta de las especias, que le proporcionaba suficiente riqueza para que los romanos lo denominaran la Arabia Feliz. Esa riqueza hace mucho que se esfumó y posiblemente con ella buena parte de la felicidad. El Yemen es hoy dí­a un paí­s paupérrimo, con un negro futuro. Se está quedando sin agua y sin el poco petróleo que supone la mayor parte de los ingresos del Estado, al tiempo que vive una explosión demográfica que puede hacer pasar sus 23 millones de habitantes a cuarenta en los próximos 20 años. Su Gobierno, formalmente republicano, una rareza en la pení­nsula arábiga, es de facto una dictadura corrupta que se enfrenta a una rebelión en el Norte de la parte occidental, el antiguo Yemen del Norte, antes de que las dos mitades se unieran en 1990. En esa zona fronteriza con Arabia Saudí­ está en marcha desde el 94 un levantamiento religioso-tribal, la revuelta Houthi, de chiitas que se sienten discriminados por el Gobierno de Sanaa y que es vox populi que reciben ayuda de Teherán. No hace falta mucha intuición estratégica para darse cuenta de la pinza en la que los saudí­es se sienten atrapados. En el pasado otoño decidieron tomar cartas militares en el asunto y han salido escaldados, toda una parábola de las potencialidades del millonariamente armado ejército saudí­. Una revelación que estremece a todos sus vecinos y no deja de influir en el equilibrio estratégico de la zona, entre suní­es y chií­es, los primeros árabes, los segundos iraní­es.

Lo que no puedan hacer Riyad es imposible que esté al alcance de Sanaa, que tiene también que enfrentarse a un activo movimiento separatista en el antiguo Yemen del Sur, situado más bien al este, a lo largo de la costa del mar de Adén, parte del Océano í­ndico.

El tercero en discordia, aprovechándose de todas las demás, es Al Qaeda, que con 300 militantes a lo sumo ha puesto tristemente al paí­s en el mapa polí­tico mundial. Dio su do de pecho en el 2000, con una atentando contra el destructor americano Cole que le costó la vida a 17 marineros. Tras una enérgica persecución americana con la anuencia local, se reorganizó a partir del 2006 con participantes de aquel atentado que huyeron de la cárcel, pero también con liberados de Guantánamo, lo que introduce en la ecuación a este presidio de hipertrofiado simbolismo. Y la situación geográfica no es tampoco ajena a la elemental aritmética estratégica. La desastrosa Somalia está justo en frente y más de doscientos mil somalí­es han buscado refugio en este vecino del norte, tan poco dotado para ofrecerles solaz. La geografí­a del terrorismo internacional cuenta, pues, con una nueva escena somalo-yemení­, para cuyas miserias económico-sociales no hay recursos disponibles en el mundo y para cuyas amenazas fí­sicas tampoco cuentan los americanos con reservas militares suficientes.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

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