La que está liando la señora Robinson en Irlanda del Norte es de homenaje con entrega de placa y discursos en los postres. Con sesenta años ha convertido a su marido en un alce. A nuestros políticos no les pasan estas cosas, porque la mujer española, incluida la agnóstica y libertaria, es muy cuidadosa con el que dirán. A la señora Robinson, esposa del jefe de Gobierno norirlandés, le han descubierto tres amantes. El mismo señor Robinson ha solicitado que se investigue toda la trayectoria de su nada santa, y me temo que va a pasar de alce a reno, que son los cérvidos más ostentosos de cuerna del hemisferio norte.
En todas las familias hay sucesos de cuernos, pero no con mujeres que superan los sesenta años. Y menos aún, con hombres que han abandonado recientemente el colegio. Lo cierto es que a la señora Robinson, nacida Iris, le gusta en demasía la familia McCambley. Hace unos años se lo hizo con el padre y ahora se lo ha hecho con el hijo, Kirk. También con un compañero del partido de su esposo, y lo que vendrá. El reverendo Ian Paisley, que es como Arzallus multiplicado por cien, está «más allá de la furia» con el matrimonio Robinson, según sus allegados. Y es que la sociedad de cualquier país, por muy avanzada, liberal y moderna que sea, no perdona al político cornudo. Hay que recordar al conde Ciano, yerno y mano derecha de Mussolini. La hija del «Duce» se lo pasaba bomba en la cama mientras su marido y su padre jugaban, a sangre y fuego, a ser los salvadores de Italia. Agustín de Foxá, el gran escritor y diplomático español, tuvo un encuentro con Ciano en la Embajada de España en Roma que le costó el puesto. En una recepción en honor del yerno de Mussolini, Foxá bebía un «whisky» detrás de otro. Ciano se lo afeó: –Foxá, a usted le va a matar el alcohol–; y Foxá, inmediato, le regaló la replica: –Y a usted, Marcial Lalanda–. A un político, y más en Italia, se le puede llamar de todo menos cornudo. La sociedad se ceba en las astas nacidas en las frentes de los hombres. Una gran parte del tesoro satírico de Quevedo está dedicado a los cabrones públicos. Y de Villamediana: «Qué galán entró Vergel/ con su anillo de diamantes./ Diamantes que fueron antes/ de amantes de su mujer».
Un dirigente político puede recuperarse de todo, menos de unos cuernos. Cuando la mujer es la engañada, la sociedad es comprensiva. Con el marido no. Aquí tuvimos al pobre Rey Francisco de Asís, profusamente decorado por Isabel II, y del que se decía que perdía aceite. «Paquito Natillas/ es de pasta flora,/ y orina en cuclillas/ como las señoras». O también: «Y don Francisco de Asís/ sacando su minga muerta,/ al amparo de una puerta/ lloriquea y hace pis». Pero Isabel II, aunque gorda, pechugona y bastante castiza, era una mujer joven. Que te la pegue una sesentona con un chico de veinte después de que te la haya pegado con el padre del chico de veinte, es para pensárselo. Y creo que el señor Robinson ya lo está haciendo, aunque a destiempo. La ciudadanía lo tiene señalado, y con el reverendo Ian Paisley fuera de sí, la única solución que le queda es cobijarse en los adentros apoyándose en las tablas. Al pobre Robinson lo van a descabellar. Aquí en España, la política es mucho más aburrida. ¡Cuernos, por favor!
Alfonso Ussía
www.larazon.es
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