sábado, 16 de janeiro de 2010

Ni agua para lavarse las heridas

Antes del terremoto, Haití vivía en una «constante emergencia». Las condiciones eran de pobreza extrema en el país. El 70 por ciento de la población vivía con menos de 1 euro al día. La mayoría de la población no tenía luz en sus casas, ni agua corriente, ni siquiera una despensa aunque fuera casi vacía. Desde el pasado martes, así vive toda la población. Millones de personas sin agua potable, ni con la que lavarse las heridas, sin luz y sin comida.

Haití ha vivido aislado en medio del Caribe. El 98 por ciento de la población es de origen africano, hablan creolle -una derivación del francés, sus antiguos colonos- lo que dificulta el trabajo de los sanitarios y demás personal desplazados allí.

Hoy, en la capital, tres millones de personas buscan a cientos de miles de desaparecidos, muertos y en el mejor de los casos, hospitalizados. Y no hay ningún registro de las muertes ni los entierros. Aunque tampoco de los nacimientos con lo que nunca se sabrá el número real de damnificados, muertos y desaparecidos.

Lamentablemente, y aunque parezca exagerado, en Haití están acostumbrados a esto. Cuando en estos días escucho «otra noche sin luz» se me pinta una sonrisa irónica. Eso parece que sea lo novedoso, los titulares; pero no, esto en Haití es lo cotidiano.

Sí, es excepcional el terremoto: los miles de cadáveres, las réplicas (más de 30 pequeños y grandes terremotos se sucedieron el miércoles, de las cuales 14 por encima de 4,5 grados en la escala Richter) y el miedo a todo. Pero es habitual la falta de alimentos, la escasez de agua que beber, no tener luz... Hoy en Haití se agotarán y apagarán los pocos teléfonos que suenan y será complicado volver a recargarlos. No podemos dejarles solos, ni ahora ni durante toda la reconstrucción.

OLGA REGUEIRA. Portavoz Entreculturas para Haití

www.abc.es

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