En este terremoto, decenas de miles de haitianos han perdido lo único que tenían, la vida, mientras que los supervivientes están obligados a seguir existiendo sobre los restos de un país que antes de la catástrofe era un verdadero desastre y que ahora es ya el colmo del infortunio. Si los haitianos ya tenían enormes problemas para subsistir con sus propios medios, a partir de ahora será materialmente imposible y, probablemente, a falta de una autoridad reconocible, se producirán a corto plazo episodios de violencia y epidemias. El terremoto de Haití va a poner a prueba de una forma dramática e insoslayable el compromiso de la comunidad internacional y su capacidad para hacer realmente lo que tantas veces ha proclamado: reconstruir desde sus cenizas un país que de otro modo va camino de añadirse a la incómoda lista de los estados fallidos.
Haití ha sido siempre un país difícil y complicado -nadie lo puede negar- y las Naciones Unidas han logrado pocos avances con su presencia allí, incluyendo misiones militares de varias décadas. Y si después de todo, la ONU y el sistema de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales de asistencia humanitaria y al desarrollo no pueden hacer nada por cambiar el destino de este atormentado país, se impopndría una reflexión muy seria sobre su papel, el modelo asistencial que han impuesto, y su verdadera legitimidad.
El desarrollo armónico de una sociedad no es algo que pueda ponerse en marcha de la noche a la mañana, sino que requiere tiempo y una acción persistente de formación y de organización. No se trata sólo de dinero, aunque el dinero es a todas luces necesario, pero lo imprescindible es la decidida voluntad política de la comunidad internacional de actuar para poner orden y terminar con un proceso de degradación que el terremoto no ha hecho más que acelerar de una forma dramática. Una sociedad pobre, supersticiosa y gobernada por corruptos criminales desde hace generaciones no es fácil de enderezar. Pero si todos los mecanismos de la comunidad internacional no son capaces de hacer algo duradero en la buena dirección, entonces ¿para qué sirven? Aquellos que han partido hacia Haití con la intención de llevar un auxilio inmediato han hecho un gesto noble y muy probablemente heroico. Pero cuando se ponga fin al entierro de los muertos habrá que pensar en el futuro que espera a los vivos.
Editorial ABC
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