sábado, 16 de janeiro de 2010

El milagro de San Obama

Mucho están tardando los de la Adoración Nocturna, los kikos, los cursillistas de cristiandad, las cofradías de Semana Santa o cualesquiera otros colectivos de militancia cristiana en invitar a Zapatero a una vigilia de oración por la paz en el mundo, por las víctimas de Haití, por los parias de la tierra o por una de las mil justas causas a las que se puede sumar un hombre de buena voluntad. Sería interesante ver con qué pretexto se excusaba el presidente después de asistir en Washington al Desayuno Nacional de la Oración, cuyos organizadores y participantes pertenecen a los más conservadores movimientos religiosos de la América profunda y republicana, incluidos esos fundamentalistas presbiterianos capaces de hacer pasar por bolcheviques a los miembros de nuestros movimientos neocatecumenales y demás grey vaticanista. Contemplar al Gran Agnóstico, el paladín del laicismo, metido en semejante avispero integrista puede ser un acontecimiento ciertamente planetario, una suerte de milagro político obrado por Obama cual nuevo San Martín de Porres. Hosanna en el cielo... y ojana en la tierra, coba pura al líder sacrosanto del progresismo moderno.

Que Washington bien vale una misa, como la Alianza de Civilizaciones bien valía un iftar en la Turquía del islamista Erdogan, constituye un principio aceptable sin estragos de conciencia para el pragmatismo relativista del líder de la política gestual, pero una cosa es tener un gesto de respeto con la religiosidad de la sociedad americana y otra compartir oración -aunque no rece- con los colegas del reverendo Pat Robertson, ese tipo que ha dicho que los haitianos se lo tienen merecido por hacer pactos rituales con el diablo. (Barbaridad que deja en pañales la del obispo Munilla, al que sin duda abandonó, esperemos que temporalmente, la luz del Espíritu Santo). El visible e incómodo cabreo con que respondió ZP a la pregunta de qué diablos iba a hacer en esa reunión tan expresamente confesional -«eso que lo expliquen los que me han invitado»- muestra la mala conciencia con que se va a tragar el regalito de Obama, sin duda mal informado de la fama de comecuras con que gusta de aureolarse su huésped. O acaso deseoso, aunque pose de hombre de fe, de arroparse un poco él mismo en un ambiente que quizás también le sepa a encerrona.

Sea como fuere, si Zapatero acude al espiritual desayuno yanqui se va a quedar sin excusas morales para desmarcarse de su presencia en ceremonias religiosas españolas. Y sobre todo va a dejar aún más en evidencia su sumisa disposición a asumir sin remilgos ni contradicciones cualquier cosa que le plantee el César del Imperio. El papelón que le espera rodeado de fundamentalistas es de órdago. Más le vale que Obama no sienta curiosidad por los toros, porque como se encapriche de una corrida cuando venga a España ya vemos al adalid del ecologismo pidiendo en la plaza las dos orejas y el rabo...

Ignacio Camacho

www.abc.es

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