- Últimas palabras de Senna: 'Mi monoplaza es difícil de conducir. Faltan escapatorias...'
- Schumacher rompió a llorar al igualar las 41 victorias de Senna: 'Fue algo increíble'
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"No es que piense en él todos los días, pero siendo brasileño y viviendo la emoción de serlo, vives con él cada momento". Así lo ha hecho Rubens Barrichello durante quince años. El tiempo transcurrido desde aquel siniestro 1 de mayo de 1994. Una imagen grabada a fuego desde la camilla del hospital del circuito, donde yacía tras sufrir un brutal accidente en la séptima vuelta del GP de San Marino. "Desde el primer instante, al ver el accidente por televisión, temí lo peor". Sólo unas horas después, a las 18.40 de aquel trágico domingo, se apagaba la esperanza. El piloto Ayrton Senna había fallecido pero su leyenda comenzaba a nacer. [VÍDEO-LEYENDA: 'MAGIC' SENNA]| [ÁLBUM]
Aquel joven 'Rubinho' es hoy el 'abuelo' de la parrilla. El único superviviente de una parrilla casi olvidada. Amigo personal y 'ahijado' sobre el asfalto de Ayrton Senna, con el que coincidió dos años en el Mundial. "En cierta forma, para mí siempre ha estado presente". Barrichello rememora aquel fin de semana con gran dolor. "Cuando recuperé la consciencia y abrí los ojos, vi que Ayrton estaba a mi lado". El campeón acudió de inmediato al hospital a verle tras enterarse del accidente. Fue dos días antes de su fatal despedida.
Cuentan que durante el fin de semana, el tricampeón no vivió un solo momento de tranquilidad. Primero, el susto de su protegido Rubens y al día siguiente, en la jornada del sábado, un accidente mortal. El novato austriaco Roland Ratzemberger estrellaba su Simtek contra el muro a 300 km/h. Otro mal augurio para Senna, que se llevó la amonestación de la FIA por acercarse a inspeccionar el lugar del accidente. Instantes antes, su Williams-Renault ya había firmado su 65ª y última 'pole'. Su legado final, que bañado en llanto durante la jornada previa a la carrera.
Una de las noches más complicadas de 'Magic' Senna, como aseguró en una conversación telefónica con su entonces novia, Adriane Galisteu. "No tengo buenos augurios. Si pudiera, no correría". Intranquilidad que volvería a expresar en sus últimas palabras al mundo instantes antes de la carrera. "Mi monoplaza es difícil de conducir. El circuito es resbaladizo y peligroso. Faltan escapatorias...". Pero el brasileño se colocó el casco y se incrustó en el 'cockpit' junto a una bandera de Austria, como homenaje al piloto fallecido, en lugar de la habitual de Brasil con la que acompañaba cada victoria en su vuelta de honor.
Un accidente en el arranque de la prueba añadió un poco más de caos a la colapsada mente del brasileño, que trataba de templar los nervios tras el coche de seguridad. Fueron cinco vueltas, con el Benetton de Michael Schumacher en el retrovisor. Las últimas de su vida. A las 14.18, en la entrada en la curva Tamburello, Senna, que circulaba a 310 km/h, perdía el control de su Williams y se estrellaba contra el muro. Un golpe brutal y definitivo. Los médicos del hospital Maggiore de Bolonia certificaban su muerte a las 18.40 horas. El descomunal abanico de dudas, negligencias y responsabilidades no desveladas también forma parte de aquella funesta tarde de domingo.
Las lágrimas de Schumacher
El calendario ha tratado de mitigar, carrera tras carrera, campeón tras campeón, los efectos de aquel inesperado adiós. Un golpe a la Fórmula 1, del que tardó tiempo en recuperarse Michael Schumacher. El entonces joven piloto alemán, que pisaba los talones a Senna con su Benetton, fue testigo directo del accidente. Una imagen imborrable marcada en cada uno de sus inigualables siete títulos mundiales. "Son los recuerdos más grandes que tengo. Para mí fue impresionante".
'Schumi' ganó su primer título en 1994, sin Senna sobre el asfalto. Sin embargo, desde su estreno en 1991, tuvo tiempo de recibir algunas broncas y vivir intensos duelos con el brasileño, que consideró al 'Kaiser' como una gran amenaza. Quizás por eso, el frío y calculador Schumacher rompió a llorar como un niño en la sala de prensa del GP de Italia, seis años después de la tragedia. Con su 41ª victoria igualaba el récord de victorias de Senna, desatando un torrente de lágrimas. "Fue algo increíble y un momento muy especial". Hacía tiempo que su antiguo rival se había transformado en ídolo.
Lágrimas que aún hoy muchos nombres del 'Gran Circo' mantienen bajo llave de cara al público. Es el caso de Frank Williams, dueño de la escudería, que mantiene en carne viva la enorme herida. "Fue muy difícil de digerir. Era una persona especial. Su destreza y valentía fue de tal magnitud que hizo de menos a la generación de pilotos posterior". Sentimientos similares a los del ingeniero del vehículo, Adrian Newey, ahora con Red Bull, al que los éxitos en su carrera siguen eximiéndole de responsabilidades. Ambos, junto a Patrick Head, ex director de la escudería, cargaron con el siniestro hasta 2007, cuando el Tribunal Supremo italiano anunciaba que el delito había prescrito.
Los recuerdos de David Coulthard también encierran el imborrable poso del tricampeón. El escocés, que alargó su carrera hasta la pasada temporada, tuvo el embarazoso honor de ocupar el volante del brasileño. Excesiva presión para un debutante, que obligó a Williams a intercalarle con el británico Nigel Mansell. "Era una grieta enorme, imposible de cubrir".
Hoy, quince años después de su muerte, la llama de Senna permanece viva. En la mente de cada piloto. De cada generación. Las comparaciones de Fernando Alonso o Lewis Hamilton con el brasileño son constantes, y su declarada admiración, también. De ahí que el tricampeonato, la subida al altar del brasileño, sea casi una obsesión para ambos. "De Senna me han contado muchas cosas buenas que no me importa oír que yo también tengo", afirma orgulloso Alonso. Casualmente, el último verdugo de Michael Schumacher.
Lewis Hamilton tampoco ha escondido su deseo de alcanzar las tres coronas mundiales, como un personal homenaje al brasileño. Es más, en la última cita de Montecarlo, tras una espectacular exhibición bajo la lluvia, un emocionado Hamilton rindió su tributo al otro rey de Mónaco. "Estuve pensando en Ayrton Senna durante las últimas vueltas".
Pero la llama prende con mayor fuerza en la escudería Williams. En los entresijos de su box, antes de cada Gran Premio, un operario saca brillo a cada milímetro de la 'S' que luce el monoplaza en su alerón delantero. Un ritual obligado desde 1994. En Tamburello, se apagó un piloto. Por suerte, su leyenda es inagotable.
Carlos Guisasola
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