La mentira como método de gobierno ha sido una constante de Zapatero desde que llegó al poder. La novedad ahora, con la mentira aplicada a la situación económica, es la irritación que está provocando por primera vez entre los suyos. Antes, a lo mismo lo llamaban optimismo, y pensamiento mágico, los críticos más bondadosos. Los demás lo llamábamos simplemente mentira, con un éxito más bien limitado, puesto que el pensamiento mágico atribuido al líder acabó atrapando a unos y otros. Y llegaron a convencerse de que se trataba de la ingenuidad de un idealista y de que el idealista tenía, además, una varita para convertir sus deseos en realidad.
Poco importó que hubiera todo tipo de evidencias de sus mentiras sobre ETA y la auténtica realidad de la negociación. Tampoco el constante engaño de unos y otros en el debate autonómico. La preocupación de los seguidores de Zapatero sólo comienza a ser significativa ahora, cuando le escuchan asegurar que ya hemos pasado lo peor de la crisis económica y que ve signos de recuperación allí donde los datos, los expertos y todos los líderes internacionales reconocen una profundización de la crisis. Ha sido la última de sus boutades, y van muchas desde que comenzó negando la crisis.
Los suyos aventuran que pudiera tratarse de una estrategia calculada para contener el descontento hasta que el inicio de la recuperación llegue de verdad, antes de 2012 con un poco de suerte. Pero, si así fuera, se asombran de la torpeza de su líder, cuando el reconocimiento de los hechos sería política y electoralmente mucho más eficaz. Se acabaron el optimismo, el idealismo y el pensamiento mágico. Desapareció la flor en el culo. Ni siquiera está claro aquello de que «pero gana elecciones», que diría Sarkozy. Para los cercanos, queda la torpeza. Y para los demás, lo de siempre, la mentira como estilo de poder.
Edurne Uriarte
Catedrática de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco
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