domingo, 10 de janeiro de 2010

De Potemkin a Zapatero

¡Qué oportunidad hemos perdido de dar una lección a los europeos, de demostrarles que no somos torpes ni ridículos, sino tan realistas como ellos, y reaccionamos mejor que ellos cuando las circunstancias aprietan!

¡Y con lo fácil que hubiera sido! Hubiese bastado que la ceremonia de trasmisión de poderes en la presidencia europea se hubiera limitado a un escueto protocolo de gestos y mensajes, acordes con la situación y prueba de que estamos de verdad dispuestos a liderar la salida de la crisis.

Pero no. Una vez más, nos ha salido el español arrogante y ostentoso, imprevisor y exagerado, más preocupado por la apariencia que por la substancia, capaz de gastarse el sueldo en deslumbrar al vecino, aunque no le quede para acabar el mes.

Los tiempos que corren aconsejan modestia y ahorro, sobriedad y comedimiento. Pero la forma como el Gobierno español está celebrando la presidencia europea -una presidencia efímera, además de compartida, que ni siquiera es la primera ni será la última- es todo menos austera. La recepción inaugural más parecía una feria gastronómica que un acto político: 1.500 invitados, todas las variedades de la cocina española, todos los quesos, embutidos, vinos, tartas y tortas de nuestra geografía, espectáculo final por todo lo alto. Algo que no encaja con el déficit galopante y con los cuatro millones de parados, para los que incluso puede ser una ofensa. A lo que seguirán 350 encuentros, entre ellos ocho «cumbres», lo que ya está levantando problemas de competencia con Van Rompuy, según el «New York Times»...

Aunque, se veía venir. Desde el primer día, Zapatero ha hecho de su presidencia de turno europea una gran plataforma de autobombo. Once millones de euros para la página web, cien mil en corbatas y pañuelos, recepciones multitudinarias y faustos por doquier. En Bruselas se va a comer más jamón en los próximos seis meses que en España y la Comunidad Europea no va a conocer presidencia más rumbosa que la nuestra. Todo, para demostrar a los europeos lo bien que está llevada España. Cuando demuestra justo lo contrario: que seguimos tirando la casa por la ventana.

Desde aquel Grigori Alexandrovich Potemkin, el favorito de Catalina de Rusia que hacía transportar las bambalinas de pueblos impecables por donde pasaba la zarina, para que los tomase por verdaderos, no se había conocido en Europa tramoya semejante. Puede incluso que en vez de los «poblados Potemkín» empiece a hablarse de «presidencias Zapatero», como sinónimo de política ficción.

¿Cree que podrá engañar a los europeos como a los españoles? Al parecer, sí. En otro caso, los hubiera despachado en su toma de posesión con un frugal: «Señores, en tiempo de crisis, recepciones de cuaresma». Una copa de vino español, y al despacho. Con lo que se hubiera acabado lo de Mr. Bean.

José María Carrascal

www.abc.es

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