Hace pocos días una señora en la ciudad de La Habana, que prefiere ocultar su identidad, realizó los trámites para obtener el permiso de salida, es decir, la autorización necesaria del gobierno cubano para poder viajar. El Departamento de Inmigración le denegó la autorización. Se trata de la esposa de un disidente, miembro del Movimiento Cristiano Liberación. La respuesta a su petición fue rotunda: «no tenían que darle ninguna explicación».
Cuando un cubano quiere salir de la isla debe realizar una solicitud en Inmigración. Ahí se le abre un expediente y se procede a una investigación exhaustiva que involucra a diversas organizaciones: al centro de trabajo o de estudios de la persona, a los cuerpos represivos y los sistemas de vigilancia del barrio donde reside. Además, se requiere un permiso adicional, o «carta de liberación» que debe extender el ministro del sector donde trabaja la persona y que lo otorga de forma discrecional, «si quiere». Finalmente, aunque la persona cumpla con todos estos requisitos y obtenga su carta de liberación, si es trabajador, será el Departamento de Inmigración quien decida si la persona puede viajar o no.
En Cuba viajar no es un derecho. La persona que solicita el permiso para viajar deberá pagar 150 dólares -equivalente al salario de medio año de trabajo- para poder obtener el permiso. Pero la historia no termina ahí. Si la persona quiere reunirse con su familia y vivir, una larga temporada fuera de Cuba, se le aplica la categoría de salida definitiva. Esta categoría no es una opción del ciudadano, sino una marca, un castigo de destierro aplicado a «los que abandonan el país». Se les considera enemigos de la revolución y se les confiscan todas sus propiedades: casa, auto, efectos eléctricos, etc. Sería largo explicar todas las penurias y humillaciones que sufren los que quieren viajar. Pero, como viajar no es un derecho, los funcionarios tratan a los solicitantes con frases despóticas y humillantes propias de un régimen que no reconoce derechos: «nosotros podemos decirle que sí le damos el permiso; podemos decirle que no se lo damos y además podemos no decirle nada, no darle respuesta por tiempo indefinido y no explicarle por qué. No tenemos por qué darle explicación alguna». Estos son hechos, no opiniones. Que se atrevan a negarlo.
En Cuba viajar no es un derecho, pero la negación del derecho a entrar y salir libremente del país es sólo una ilustración de lo que constituye el orden de no derechos y de la contradicción esencial entre el régimen imperante en Cuba y los derechos de las personas.
Y es importante recordarlo ahora que Fidel Castro ha decidido renunciar al cargo de Presidente del Consejo de Estado. Esta noticia, que ha conmovido visiblemente al mundo y ha ocupado la actualidad de los medios de comunicación, parece que haya afectado menos a Cuba donde predomina un silencio atronador entre los ciudadanos. Hoy amanecieron comentando el juego de baseball de anoche, pero nadie se atreve a mencionar la noticia que salió ayer en la prensa y en la televisión. Y es que en Cuba sigue instaurada la cultura del miedo.
Es grande la incertidumbre y son muchas las predicciones: unos profetizan sobre «medidas» o posibles cambios que pudiera realizar Raúl Castro; otros recomiendan modelos asiáticos o de otras latitudes pero, ¿por qué no los derechos?
Desde Foro Cubano, una nueva campaña de ciudadanos, estamos volviendo a promover el Proyecto Varela y otros cambios en las leyes para que los ciudadanos puedan participar en la vida de su país como hombres y mujeres libres. Sólo con la apertura a los derechos el pueblo podrá ejercer verdaderamente su soberanía.
Después de casi cincuenta años bajo esa cultura del miedo que genera el poder totalitario, los cubanos quieren una nueva vida, y miran hacia otros horizontes. Quieren ser libres para viajar, decidir, trabajar, reir, hablar, cantar, soñar y realizar sus sueños: para tener su propio proyecto de vida personal, familiar y nacional.
Ya es hora de dar voz a los cubanos para que puedan decidir. De abrir todos los espacios en las leyes, realizar una constituyente y convocar un referéndum. Ya es hora de que la ley garantice los derechos para que todos tengan oportunidades. Derechos y, por tanto, exigibles ante los poderes públicos. No concesiones, medidas o gestos. La incertidumbre y la indefensión han sido las hijas de la arbitrariedad y el despotismo. Hasta ahora, desde el poder se da o se quita según los criterios e intereses de los que gobiernan, por encima del derecho y muchas veces por encima de sus propias leyes.
A través de los derechos se alcanza la participación y la justicia. Los derechos garantizan que los cubanos puedan decidir quién les gobierna, cómo y por qué tiempo. Los derechos generan confianza y facilitan el proceso de reconciliación. Los derechos son camino y meta, camino pacífico y meta de paz y fraternidad.
En la Declaración de Libertad de los Cubanos, que se puede consultar en
www.oswaldopaya.org, proclamamos el derecho de los cubanos a los derechos. Esa es la alternativa. Otra cosa es cerrar las puertas del futuro al pueblo de Cuba.
No debe descalificarse a nadie, no deben haber exclusiones: la solución del problema cubano corresponde a los cubanos y a todos los cubanos. Pero eso sólo es posible si se garantizan los derechos de todos. Así, en un ambiente de diálogo y participación, podemos abrir esta nueva etapa de la vida del pueblo cubano. Sin negar o excluir a ningún ser humano y sin negarle su dignidad y todo el espacio para la vida. Como dijo el poeta, «para la libertad».
Desde Foro Cubano presentamos el pasado 20 de diciembre ante la Asamblea Nacional del Poder Popular la Ley de Reencuentro Nacional. En ella se proclaman los derechos de los cubanos. Los que viven en Cuba y los que peregrinan por el mundo como cubanos, porque esta bella isla es patria y hogar de todos los cubanos. También presentamos una ley de Amnistía. Deben ser liberados los prisioneros políticos pacíficos. Es decir, todos aquellos que están en prisión por defender los derechos de los cubanos, los derechos humanos y trabajar pacíficamente por los cambios que toda Cuba quiere y necesita.
Los cubanos tenemos que agradecer las gestiones y las campañas constantes de tanta gente a lo largo y ancho del planeta. Particularmente en España, diputados y militantes de diversos partidos como el Partido Popular, Unió Democrática de Cataluña y Convergencia han sido incansables en la solidaridad y en la demanda de la liberación de estos defensores de los derechos humanos. También el Gobierno español ha realizado gestiones buscando el mismo resultado. Estoy seguro que, como yo, también todas las familias de los prisioneros y muchos cubanos agradecen estas acciones por la liberación de estos prisioneros.
A pesar de las muchas noticias y gran flujo de opiniones y predicciones que surgen sobre Cuba, mientras no se liberen estos prisioneros políticos toda Cuba estará en cautiverio y amenazada por la represión. La reconciliación no se impone por decreto pero es inseparable de la liberación, es decir, de los cambios pacíficos y el reconocimiento del derecho de todos los cubanos a decidir esta apertura a una nueva vida. La reconciliación será fruto del perdón entre todos, de la tolerancia y el respeto, y será también la base para construir no sólo una sociedad más libre sino también más fraterna. Esto es posible porque sí hay alternativa, esa que es buena para todos porque se basa en la de la libertad y el respeto a la vida. Es posible y es nuestra esperanza cierta.
Oswaldo Payá