sexta-feira, 29 de fevereiro de 2008

La desgracia nacional

Una victoria electoral del PSOE sería una terrible desgracia. Nunca mejor dicho que una desgracia «nacional». Ninguna de las elecciones celebradas hasta la fecha fueron tan decisivas como estas de ahora. Ni siquiera las primeras de Suárez. Es el ser de España lo que está en juego. En parte ya nos lo hemos jugado y lo hemos perdido. Ahora se trata ya de contener y enmendar. De recuperar. Y quizá por eso yo soy tan exigente con el PP. Y con Rajoy. El PP y los nuevos pequeños partidos es todo lo que tenemos frente al bloque que dirige el PSOE. Un bloque arrasador.

La política de Zapatero consiste en hacer una España irreconocible, nacionalmente, moralmente. Se trata de una auténtica subversión. Es toda una revolución en el sentido más negativo de la expresión. De todos los poderes tradicionales, al único que salva la propuesta de Zapatero es al poder económico. ¿Paradójico? Muy explicable. Resultaría engorroso incluso apropiarse de los medios de producción cuando desde el Estado se controlan los de comunicación. En esa carrera, al partido socialista le acompañan los nacionalistas periféricos (incluso CiU, con remilgos) y los comunistas, ya innombrables, que, habiendo soñado siempre con convertir a todo el mundo en tontos útiles, lo son hoy ellos por excelencia.

La única fuerza política que se puede oponer con eficacia a esta estrategia del PSOE, antinacional y amoral, es el PP. La derrota del PP en estos momentos abriría una crisis muy superior a la partidaria. Como decía al comienzo, se trataría de una crisis de la Nación. ¿Desprecio por lo mismo al partido de mi estimada Rosa Díez o a Ciudadanos? En absoluto. Aunque estos limitan su enfrentamiento con el PSOE a las concepciones relativas al Estado y no a las morales, la alianza sería obligada...

Decía hace unos días mi querido Martín Ferrand con su aceptable sentido relativista que a veces no queda más remedio que elegir el mal menor. Quizá porque él no ve la situación en términos tan dramáticos como yo. Hemos llegado a un punto en que lo que podría ser un mal menor es un Bien por cuanto niega el Mal.

César Alonso de los Ríos

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