terça-feira, 26 de fevereiro de 2008

Zapatero sin talante ni sonrisa

Zapatero, el hombre que es capaz de correr sin dejar huella sobre la arena y sin que el deporte deje rastro alguno en su figura, empieza a dar síntomas de un engreimiento asombroso para lo poco que lleva en La Moncloa.

Lo peor para su imagen del "cara a cara" en televisión frente a Rajoy no fueron sus argumentos y la fijación que tiene con el pasado, sino la sorpresa y la irritación indisimulable con que reaccionaba a los muy previsibles ataques que le lanzaba el jefe de la oposición. Parece vivir ajeno a la realidad. Se echaba hacia adelante, curvaba la espalda y miraba con odio.

Adiós al talante y la sonrisa. Regañaba casi como Aznar al final de la segunda legislatura. Pudo ser el gran acierto de Rajoy, forzar a Zapatero a mostrarse como es, tan sectario y visceral como su práctica política. Cuatro años en la presidencia del Gobierno, rodeado de pelotas y beneficiarios directos del poder, tienen el mismo pernicioso efecto sobre Zapatero que antes lo tuvieron sobre Felipe González o José María Aznar: que se suben a la nube.

Con la diferencia de que sus antecesores tardaron dos legislaturas en instalarse en el pedestal, uno después de meter a España en la Europa comunitaria y otro después de subir a la nación al pelotón de los países más desarrollados y poner contra las cuerda a ETA.

Igualito que dejar patas arriba a españa como ha hecho el actual inquilino de La Moncloa. Zapatero no entiende que se le pueda criticar ni que no se valoren sus ocurrencias políticas. Vive en su burbuja progre, social y mediática, y considera que fuera de ella nada tiene derecho a existir.

Ha cumplido ya el primer requisito para perder el poder: el desprecio absoluto al adversario, incluidos sus votantes y el olvido de que hay minorías, escasas pero decisivas en términos electorales, que juzgan al gobernante sobre todo por los resultados prácticos de su gestión y a las que molesta la retórica vacía y la frase boba de quien niega la realidad de sus errores en sus tratos con ETA y los nacionalistas o de la crisis económica. Zapatero, sin talante ni sonrisa se queda en casi nada, tampoco deja huella. Eso que era muy televisivo.

Ángel Collado
www.abc.es

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