sábado, 16 de fevereiro de 2008

Nos conviene que haya tensión

Uno no acaba de entender el escándalo suscitado por las palabras que Zapatero le confió a Iñaki Gabilondo, después de una entrevista que contravenía aquel consejo deontológico que el Señor Lobo dispensaba a sus compinches en Pulp Fiction: «No empecemos a chuparnos las p...». ¿Es que la gente todavía no sabe lo que es el agit-prop? El aparato de agitación y propaganda fue uno de los cimientos sobre los que se asentó la hegemonía del régimen soviético (los otros fueron las purgas y el gulag); desde entonces, la izquierda ha perfeccionado sus mecanismos de persuasión colectiva hasta tal extremo que las purgas y el gulag ya ni siquiera son precisos, no al menos en sus expresiones más cruentas. La izquierda ya no necesita apiolar a sus detractores, como hacía antaño; le basta con anatemizarlos y recluirlos en un gueto de ostracismo, extramuros del Matrix progre donde los abducidos por el agit-prop viven encantados de haberse conocido. Ese gueto de ostracismo es el gulag de las democracias de progreso.

La entrevista de Iñaki Gabilondo a Zapatero podría estudiarse en cualquier facultad de periodismo no completamente infectada por el Matrix progre (pero sospechamos que ya no quede ninguna) como ejemplo consumado de propaganda, sobre todo si se acompaña de un análisis sinóptico de la otra entrevista o apaleamiento que el mismo Gabilondo infligió a Rajoy unos días antes. La propaganda consiste en el adoctrinamiento o catequización concienzuda y sistemática del pueblo (los agentes del Matrix progre nunca dicen «pueblo», sino «ciudadanía», porque «pueblo» incluye cierto rasgo de heterogeneidad en su definición, mientras que «ciudadanía» designa a un conjunto homogéneo de individuos o autómatas que comulgan la misma rueda de molino), mediante el riego por aspersión o sirimiri de clichés ideológicos que incluyen la corrección política, la falsificación histórica, el feminismo a ultranza, el laicismo a machamartillo y demás flores fétidas del jardín progre. La propaganda actúa sobre las mentes como un napalm arrasador; pero los demiurgos del Matrix progre saben bien que la conducta humana (y aun la conducta de los esclavos) no siempre la rigen las neuronas, sino también ese amasijo de atavismos y pulsiones irracionales que denominamos «emociones» (los ideólogos del Matrix progre han puesto en circulación la expresión «inteligencia emocional», que es como decir «chorizo de espinacas», para que la pobre gente abducida crea que su conducta difiere en algo de las reacciones inducidas en el perro de Paulov).

La agitación actúa sobre las emociones. Y su efecto es instantáneo cuando previamente ha actuado el napalm arrasador de la propaganda. A esta agitación hacía referencia Zapatero cuando le confiaba a su entrevistador: «Nos conviene que haya tensión». Y es que no sólo de propaganda vive el hombre (ni siquiera el esclavo): cuando el hombre (y aun el esclavo) va al supermercado a comprar un litro de leche y descubre que tiene un precio parecido al del caviar beluga puede empezar a pensar que los clichés ideológicos de la propaganda son los cuentos del poema de León Felipe. Y para que no se produzca esta catástrofe es preciso ofuscar los entendimientos y nublar las conciencias agitando ciertos espantajos que exacerben las emociones; a esto se le llama «mantener la tensión». El espantajo más eficaz consiste en identificar a la derecha, esa «turba mentirosa y humillante», con el fascismo; y dicha estrategia de agitación, que la izquierda ha alimentado durante estos cuatro años resucitando los fantasmas de la Guerra Civil, rinde frutos visibles y gozosos: ahí tenemos, sin ir más lejos, el recibimiento dispensado por unos cachorros del Matrix progre a María San Gil en la Universidad de Santiago, que la izquierda no ha querido condenar, porque sería como si un padre renegase de sus hijos. Otro espantajo la mar de socorrido consiste en arrojar a los curas a los leones, pues la carne de cura está tiradísima de precio; y mientras la pobre gente abducida muerde muslo de cura no repara en el precio de la leche. «Nos conviene que haya tensión», vaya que sí. Y el presidente Zapatero puede estar orgulloso de su aparato de agit-prop: el 9 de marzo, cuando suene la campana, el perro de Paulov obedecerá a la reacción inducida.

www.juanmanueldeprada.com

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