sexta-feira, 22 de janeiro de 2010

Ali Agca, el lobo gris, es un perrito faldero

Ali  Agca.
Miras la televisión y ves un asesino dándole al micrófono. A veces esconden la jeta para que no se les note la mala intención, pero la tendencia es a salir a cara descubierta, enfrentando al mundo, como ese terrorista infame, Ali Agca, que intentó matar a Juan Pablo II con una Browning de los servicios secretos soviéticos, al que han dejado en libertad en Turquía después de 29 años de prisión: 19 por el intento de magnicidio y 10 por el asesinato de un periodista de izquierdas.

Agca, cuando apenas era un cachorro de la revolución, un neófito en eso de matar, pertenecía a los ultraderechistas Lobos Grises, y en 1979 terminó con el pobre periodista de izquierdas. Acaba de salir de la cárcel, con cara de lobo gris, pelo ralo de canas, aspecto de ahora es la mía y os vais a enterar. Dice el tío caradura que es el auténtico Jesucristo y que ya llega el Apocalipsis. Por si se equivoca, este lobo gris que se ha convertido en perrito faldero se ha puesto en negocios con un despacho de abogados para que le gestionen su presencia mediática. Es decir, que si Berlusconi, Murdoch o cualquiera de los grandes próceres de la comunicación quieren retransmitir su homilía, basta con que se pongan en contacto con quien corresponda y aflojen el machacante. Ya tenemos lista de precios: entrevista con declaraciones de la verdad verdadera de la pista búlgara, Muro de Berlín, Andropov y la KGB: cuatro millones de dólares; libro de memorias te lo juro por la media luna roja: cinco; aparición en un espacio del corazón de una cadena nacionalsocialista: tres; entrevista para periódico progre: uno. Lo que se ignora es qué pretende el terrorista acumulando parné, si el mundo se acaba.

Para asegurarse el espectáculo, se compromete a convertirse al cristianismo, él que no cree en nada. Se ha montado un recorrido por el Vaticano, con oración en la tumba de Juan Pablo II, te quiere todo el mundo, y otros teatros para concitar la expectación mundial. Por el momento se sale con la suya, porque todos los medios lo han retratado en Ankara con cara de malo, aplacando a los periodistas como diciendo: "Hay para todos", y sacando a relucir mentiras bien gordas.

Juan Pablo II.
Ali Agca, que tiene un gran sentido del espectáculo, como todos los histriónicos, se ha prometido vivir de su crimen como hizo en su día el Bandido de la Luz Roja, Caryl Chessman, transformándose de paso en un intelectual. Cuando el Papa al que hirió le fue a ver, no daba crédito: ¿cómo está usted vivo? ¡La munición era devastadora! Y Juan Pablo, consciente de que estaba ante un pobre hombre, perro de caza del terrorismo mundial, le habló de la Virgen de Fátima, de una medallita que paró un disparo, de cómo la virgen había desviado las balas. Agca tomó nota y se propuso ir a Fátima. Ah, y se predica depositario del tercer secreto.

Ali Agca tiene 52 años y ya no es aquel sicario desamparado, sino que dice ser el Mesías, curiosa transformación del asesino. Según afirma, el fin del mundo está cerca: llegará a finales de este siglo. Es decir, cualquier cosa menos decir la verdad, aclarar el complot contra el Santo Padre, desvelar la conspiración de la desaparecida URSS y el misterio de la pista búlgara. Verdades como puños que si se atreviera a decir valdrían lo que pide por su sarta de delirios, los millones de dólares que acabarán dándole en algún programa de la telebasura mundial.

Ha dicho que la Biblia tiene muchos defectos, y que piensa escribir una perfecta. Seguro que en este mundo confundido hay público para él. En Ali Agca se da la gracia del perdón de Juan Pablo II, que además estaba convencido de que el atentado que casi se lo lleva por delante era el tercer secreto de las apariciones de Fátima. Su fe hizo fuerte a su enemigo, que acabó renegando del atentado y suspirando, o eso dice, por que lo admitan en el orbe cristiano. Yo creo que el buen papa Juan Pablo lo mira con benevolencia, y a nosotros nos toca aguantarle la soberbia, aunque siendo conscientes de que en cualquier momento podemos taparle la boca. Basta con mirar para otro lado. En vez de pedir dinero por exclusivas, debería opositar para camillero en Lourdes.

Francisco Pérez Abellán

http://findesemana.libertaddigital.com

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