Ante todo hay que reconocer que el berrinche va a más y con razón. El martes, un presidente Zapatero pletórico llegaba al Congreso de los Diputados a laminar a la oposición con los siete votos canjeados por unas carísimas habichuelas concedidas a los Gobiernos cada vez más autónomos del País Vasco y Galicia. Se supone que ambos beneficiarios utilizarán estos millones de euros, como tantos anteriores, al fraccionamiento del mercado interior español y a su ferviente lucha contra una cohesión nacional más necesaria que nunca, como ciertos sucesos del exterior nos indican. Aunque también es posible que el presidente socialista de Galicia tenga aún que ampliar su flota con coches de 480.000 euros para mayor gloria de Breogán. Un día antes se había dejado celebrar como el hombre que nos sacará de la crisis que nos ha impuesto EEUU, es decir Bush y la CIA, que no soportan lo libérrimos y prósperos que somos en la España socialista. Pero a media mañana del martes se fue desinflando el soufflé. Hubo noticia desde París que anunciaba que el Timonel leonés no estaría en la Cumbre Internacional sobre la reforma del sistema financiero en Nueva York.
El presidente podía haber sido prudente. Haber intentado gestiones diplomáticas discretas no ya sólo con Sarkozy que, como se ha visto, no hace la lista de los invitados, sino con todos los demás participantes. Quizás hubiera encontrado a algunos que por propio interés hubieran hecho gestiones en la sombra. Para convencer a los anfitriones de que aunque no aportara nada, Zapatero tampoco habría de ser necesariamente un aguafiestas en la cumbre. Probablemente hace un par de años habría sido más cauto. O alguien se habría atrevido a recomendárselo. Pero ahora, ya acostumbrado a pisotear impunemente formas y contenidos, sensibilidades ajenas y la propia lógica del bien compartido, respondió al conocer la noticia con un desabrido «ya hablaremos». «No saben esos con quién están hablando». Del gesto de ofendido pasó a implorar por una invitación sin solución de continuidad. Nada hay más patético que un personaje, sobrio o no, intentando convencer al portero de la discoteca que precisamente él es bienvenido y necesario en la fiesta. De nuevo el «no saben con quién están hablando». La llamada al encargado jefe, ahora Sarkozy, no le ha supuesto sino otra humillación.
Han llegado más, la lista de los participantes incluye a Sudáfrica, Corea del Sur y hasta la Argentina de Kirchner. Y no está Zapatero, el líder internacional de la Alianza de las Civilizaciones. Pues bien, ahora quiere y decreta que los españoles nos irritemos con orgullo patriótico herido porque el presidente no estará en la cumbre. Y nos quieren hacer creer que es una venganza mezquina de George Bush, ese fascista yanqui responsable de la tragedia familiar de todos los desempleados españoles consumados y por venir. Se equivocan, me atrevo a sugerir, aun a riesgo de ser apedreado por antipatriota. Con España se comete una injusticia, sí. Pero es sólo un precio más, y en absoluto el mayor, de los que España ya paga y habrá de pagar por la irresponsabilidad y los desafueros cometidos dentro y fuera por un presidente, les recuerdo, reelecto.
Hermann Tertsch
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