Si les llegan a ordenar a todos a una a buscar a Franco y a Queipo de Llano, a Yagüe o a Mola, lo mismo los encuentran. Nuestro juez de la horca y la fosa los hubiera mandado a capturar jubilados con carné sepia de falange o a hacer de guardia de honor a Carrillo y sus amigos hijos de falangistas, todos absueltos por buena conducta por la causa de la secta. Eran el domingo un ejército de gente maltratada que sabe que el poder sólo agradece los favores que compra, nunca los que proceden de una vocación y profesión de servicio que del todo desconocen. Nunca se había visto en España tanto policía junto como al mediodía del sábado en el Paseo de la Castellana. Hombres y mujeres, familias enteras. Miles de trabajadores malpagados, maltratados e indignados, que luchan contra ETA, contra la mafia, contra la delincuencia, contra la disolución social galopante y los fenómenos tóxicos del buenismo de nuestros gobernantes, se manifestaban contra la «cueva de Alí Babá» -clamaban, de don Alfredo Pérez Rubalcaba, nuestro sempiterno Fouché. Sin muchas esperanzas, cabe decir. Se habían movilizado contra las intoxicaciones y amenazas sistemáticas y contra el trato de siervos que reciben las Fuerzas de Seguridad del Estado por parte de un Gobierno que se gasta el dinero -el suyo, lector, el mío y el nuestro- con alegría de dueño de cortijo en la compra de votos nacionalistas para un presupuesto que es una broma macabra. No tiene don Alfredo 300 euros para paliar al menos un poco el agravio comparativo, el insulto constante que supone la diferencia salarial de la Policía Nacional y Guardia Civil con las policías de los nuevos cacicatos de la alianza de nacionalistas y socialistas por las regiones afortunadas y no tachadas de traidoras.
El recurso de estos gobernantes ante una protesta de quienes no tienen sino un salario, unas obligaciones familiares y un deber, ha sido, no podía ser de otra forma, la intimidación. En la catadura de los responsables estaba la respuesta. Quien inoportune los planes de supervivencia y privilegio de la tropa gobernante, porque de eso se trata, debe considerarse amenazado. «No pasará nada, señor, Rubalcaba tiene también aquí a su ejército de espías, y las represalias y sanciones, si no se producen el lunes, se iran haciendo con el tiempo. Estos no perdonan y están en todas partes». Con esta franqueza se manifestaban unos antidisturbios de servicio en la Castellana, mientras veían pasar a sus compañeros pidiendo lo que ellos también reclaman. Los espías, el miedo y la desconfianza entre el funcionariado en este Ministerio y tantos otros, las amenazas de represalias y la vigilancia hasta en la intimidad, son las armas del talante. «Aquí está la cueva de Ali Babá» coreaba la policía. Aquí está el resultado puro de la aplicación de los códigos del socialismo español.
Hermann Tertsch
www.abc.es
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