sexta-feira, 24 de outubro de 2008

Un monje y 95 tesis que cambiaron la Historia



La imagen de Martín Lutero clavando a las puertas de una iglesia sus noventa y cinco tesis sobre las indulgencias ha perdurado a lo largo de los siglos por su fuerza y su carácter simbólico. Con frecuencia se ha tomado por un desafío, por la chispa que encendería un movimiento que sacudió a la comunidad católica y provocaría una de sus más dolorosas fracturas. Sin embargo, como explica César Vidal en El Caso Lutero, aquel acto del monje agustino alemán no era un reto, sino una invitación al debate.

Surgía, además, de un contexto de profunda crisis espiritual, a la que Lutero trataba de dar una salida acorde con la que había encontrado en su propia búsqueda interior. Así se enmarca y se precisa aquella llamativa acción del agustino en este estudio histórico, que comienza con la presentación de un trasfondo dramático, que un católico piadoso como Johann Geiler von Kayserberg (1445-1510) describía de este modo: "La Cristiandad está destrozada de arriba abajo, desde el papa al sacristán, desde el emperador a los pastores".

Vidal expone cómo en esa época los papas eran políticos, diplomáticos, mecenas y guerreros, que descuidaban su faceta de pastores de almas y caían con frecuencia en la corrupción y el nepotismo. Todavía más grave era el estado moral de los obispos y la curia, así como el del pueblo. De tal manera que un fiero oponente de Lutero llegaría a reconocer que "la herejía luterana nació por los abusos de la curia romana y prosperó a causa de la corrompida vida del clero".

Tal como señala el autor en la introducción, el ensayo no se propone trazar una biografía del impulsor de la Reforma, pero sí dibuja los principales rasgos de una personalidad fraguada en el seno de una familia humilde –el padre trabajó en las minas de cobre– que lograría prosperar gracias al esfuerzo y al sacrificio. La austeridad marcó al niño y luego al joven Lutero, que se definió a sí mismo como "un sajón duro". Su padre le había destinado al estudio del Derecho, pero la experiencia de la cercanía de la muerte –un rayo estuvo a punto de matarlo– le movió a dedicarse por entero a la vida espiritual.

Entró en el monasterio agustino de Erfurt, fue enviado a Wittenberg, ciudad que sería clave en su trayectoria, y visitó Roma, donde pudo ver con sus propios ojos el "materialismo" y la "depravación moral" que predominaban en el mismo centro de la cristiandad. Lutero regresaría con esa decepción a cuestas y enseguida inició tanto su carrera de teólogo –"fue siempre, y de manera esencial, un profesor de Teología", escribe Vidal– como una evolución impulsada por su desasosiego espiritual.

El autor nos guía por los vericuetos teológicos de las reflexiones de Lutero sobre el problema de la culpabilidad y el papel de la confesión y de las buenas obras, que culminaron con el descubrimiento de una respuesta, que hallaría en la Epístola a los Romanos del apóstol Pablo. La experiencia de la "conversión" del agustino se aborda a la par que se muestra cómo había degenerado en comercio la concesión de indulgencias. El perdón de los pecados se había convertido en un sacrum negotium, que reportaba importantes caudales al papado y a otras instancias de la Iglesia. Así, cuando Lutero expuso sus tesis en la Schlosskirche, no pocos las percibieron como una amenaza para una fuente de financiación fundamental en aquel momento.

"(…) las Noventa y cinco tesis eran un escrito profundamente católico (…) En buena medida, lo expuesto por Lutero ya había sido señalado por autores anteriores (…) Sin embargo, el monje agustino no supo captar que la coyuntura no podía ser humanamente más desfavorable", afirma Vidal. Por ello, las tesis tuvieron un destino muy diferente al que su autor hubiera querido y, finalmente "cambiaron de manera radical –e inesperada– la Historia".

Una constelación de factores, entre los que no faltaron las intrigas de miembros de la orden de los dominicos, con episodios de espionaje y manipulación, y los derivados de una coyuntura política marcada por la sucesión al emperador Maximiliano confluyen para generar el caso Lutero. Un caso a lo largo del cual el agustino mantuvo sus convicciones en los más difíciles trances.

El ensayo de Vidal va relatando la accidentada y, en buena medida, novelesca vida que hubo de llevar Lutero, envuelta en debates y disputas, órdenes de detención, acusaciones de herejía y la excomunión, y en la que contó con enemigos poderosos, pero también con apoyos notables.

Después de su comparecencia ante la Dieta de Worms y el veredicto del emperador Carlos V, que equivalía a "una sentencia de muerte para el monje", Lutero desapareció, "secuestrado" por quienes deseaban protegerle. Pero su obra no desaparecería. Como señala Vidal, la promulgación del Edicto de Worms, en 1521, que "le convertía oficialmente en un proscrito" y marca su separación definitiva de la Iglesia Católica, le llega al tiempo que inicia su traducción de la Biblia al alemán.

En su conclusión, el autor reflexiona sobre las lecciones que ambas partes deberían asimilar hoy, casi medio milenio después de aquellos acontecimientos, a fin de cerrar "definitiva y felizmente" el caso Lutero.

Acompañado de una cronología, un importante apéndice documental y una bibliografía, el ensayo de César Vidal aúna la probada capacidad narrativa del autor y el rigor histórico para ofrecer un cuadro apasionante de un período del que muchos y, en realidad, cualquiera que haya estudiado el bachillerato –al menos, el de antaño– tal vez sólo guarden en la memoria la estampa de un monje clavando un escrito a las puertas de una iglesia.

Cristina Losada



CÉSAR VIDAL: EL CASO LUTERO. Edaf, 2008, 297 páginas. Esta obra ha obtenido el II Premio Finis Terrae.

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