La editorial Ciudadela acaba de sacar un libro titulado «Por qué dejé de ser de izquierdas». Entre los que cuentan sus extravíos, más o menos juveniles, estamos el gran César Vidal, compañero de página en LA RAZÓN, y yo mismo. Muchas veces, y bastante antes de que los editores me dieran la oportunidad de reflexionar sobre el asunto, me he preguntado por qué tardé tanto en salir del universo de la izquierda en el que estuve instalado durante mucho tiempo. La respuesta es, probablemente, porque aquel universo me ofrecía todas las claves necesarias para vivir, excluyendo -es decir, censurando- al mismo tiempo todo lo que entrara en contradicción con aquella visión del mundo.
Dejar de ser de izquierdas no quiere decir, desde esta perspectiva, hacerse de derechas. Quiere decir dejar de comulgar con una secta que ordena la vida de la gente, le dice lo que debe y lo que no debe pensar, incluso lo que debe ver y escuchar. Es el mundo perfecto, aunque provoque la ruina institucional y económica del país donde se asienta, como le está pasando a España en estos años. Tan complicado resulta desprogramarse que en la página web que se ha creado con el título del libro, los participantes cuentan su experiencia personal con su nombre, como si relatarla fuera algo traumático, con capacidades curativas (las tiene) y requiriera por tanto del nombre auténtico, y no de un nick o apodo, como es de uso en la red, para garantizar su veracidad y sus efectos. Por eso mismo, porque la salida de la secta es obligatoriamente larga y requiere esfuerzo por parte de quien decide romper con ella, habrá que mostrarse paciente con quienes siguen encandilados.
El periplo biográfico, que a mí me parece largo, es un relámpago comparado con el transcurrir del ciclo histórico. Lo malo es que el blindaje es tan fuerte que tal vez ni siquiera una crisis como la actual consiga romperlo. Habrá que preguntarse entonces si la longitud de los ciclos históricos es cuestión de ingenuidad o de puro y simple cinismo.
Dejar de ser de izquierdas no quiere decir, desde esta perspectiva, hacerse de derechas. Quiere decir dejar de comulgar con una secta que ordena la vida de la gente, le dice lo que debe y lo que no debe pensar, incluso lo que debe ver y escuchar. Es el mundo perfecto, aunque provoque la ruina institucional y económica del país donde se asienta, como le está pasando a España en estos años. Tan complicado resulta desprogramarse que en la página web que se ha creado con el título del libro, los participantes cuentan su experiencia personal con su nombre, como si relatarla fuera algo traumático, con capacidades curativas (las tiene) y requiriera por tanto del nombre auténtico, y no de un nick o apodo, como es de uso en la red, para garantizar su veracidad y sus efectos. Por eso mismo, porque la salida de la secta es obligatoriamente larga y requiere esfuerzo por parte de quien decide romper con ella, habrá que mostrarse paciente con quienes siguen encandilados.
El periplo biográfico, que a mí me parece largo, es un relámpago comparado con el transcurrir del ciclo histórico. Lo malo es que el blindaje es tan fuerte que tal vez ni siquiera una crisis como la actual consiga romperlo. Habrá que preguntarse entonces si la longitud de los ciclos históricos es cuestión de ingenuidad o de puro y simple cinismo.
José María Marco
www.larazon.es
Ver: http://oswaldoeduardo.blogspot.com/2008/10/por-qu-la-izquierda-est-muerta-o-siete.html
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