Muestra el autor en estas Meditaciones que la tradición y la cultura hispanoamericanas no han separado jamás filosofía y vida, pensamiento y creación. Así, la crítica es, a su vez, creación, y la filosofía, literatura. De forma significativa, el primer capítulo se titula "Imaginación y pensamiento", mientras que los otros, no menos significativamente, tienen palabras como destino y libertad y expresiones como la angustia conquistada en sus cabeceras, ¿cabe mayor apuesta por esta indisolubilidad pensamiento-vida?
Sin duda, como muestra con claridad Agapito Maestre, los hombres y mujeres que pueblan estas páginas, maestros y ejemplos del pensar y del crear hispano-americanos, escribieron desde su vida y en la vida, formaron parte esencial del debate público, esto es, llevaron su obra, cuajada en su propia ebullición vital, a la arena de lo político, de lo ciudadano: Ortega, María Zambrano, José Gaos, Sor Juana Inés de la Cruz, Alfonso Reyes, Vasconcelos, Gabriel Zaid, Octavio Paz, Borges, Menéndez Pelayo, Pérez Galdós, y tantos más de éste y del otro lado del Atlántico, se nos aparecen no sólo como filósofos, poetas o críticos, sino, en una palabra, como creadores. Creadores que nunca separaron su vida, con las contradicciones y la angustia que la vida lleva consigo, de su obra, dando así a ésta una vitalidad que abre caminos donde otras formas de pensamiento cierran el paso.
Éste es, para Maestre, el gran legado de la creación y el pensamiento hispanoamericanos: con una identidad propia que se sustenta frente a los modelos francés y anglosajón, el pensamiento en español es siempre vital y creativo, planta cara a todo positivismo cientifista y a todo idealismo separador de ámbitos. Se incardina en lo real y existencial. Por su parte, predicando con el ejemplo, Agapito Maestre hace una apuesta clara por la literatura. Su gusto, mejor dicho, su amor por la palabra queda de manifiesto en su expresión creativa, libre de las jergas ortopédicas del academicismo. De esta forma, el autor se muestra a su vez como heredero de la tradición filosófica y literaria hispano-americana: la vida y la literatura son inseparables y la meditación, la suya en este caso, es pensamiento que se hace al andar, activo y creativo, en constante interacción con la experiencia.
Todo libro vigente es un viaje a la reflexión. Es una saludable provocación del intelecto. Logra activar también los resortes emocionales de manera que éstos, lejos de nublar la percepción, abran caminos hacia el conocimiento. Viaje a los ínferos americanos es, y logra, todo esto: es, al igual que Meditaciones de Hispano-América, un libro vigente en el sentido auténtico del término, porque, desde aquel pasado en el que se fraguó aquello que hemos venido llamando Hispanidad, presenta al lector contemporáneo el panorama complejo y rico de su pervivencia en el presente. Y se trata de un panorama real, no idealizado, pero lo suficientemente poderoso como para espolear la conciencia del lector hispanohablante respecto de su tradición. Una tradición arraigada en una lengua común en la que se han fraguado una cultura y una literatura de tal vigor que sobreviven, siglo a siglo, a los ataques casi crónicos de sus herederos, tan proclives a pasar de la autocrítica a la autodestrucción. Viaje a los ínferos es testigo y prueba de lo hispano como fuerza y presencia, pone en su sitio justo a la Leyenda Negra y, sin caer en las trampas de la Dorada, es una constatación, enraizada en un conocimiento profundo, de la enorme importancia de la cultura hispana.
El viaje de Maestre, que, como sus meditaciones, oscila fluidamente entre lo íntimo y lo reflexivo, lo personal y lo literario, es, en sí, un descubrimiento. Más aún, es el encuentro con paisajes que, incluso sin ser visitados, se nos hacen conocidos, como si algo de nosotros nos hubiera precedido y, cruzando el océano hacia México, Venezuela o Cuba, hubiera echado raíces en esas tierras. Éste es el milagro de la lengua, el poder de la palabra compartida.
La palabra: he aquí donde Maestre se la juega. He aquí donde él entra valientemente desarropado de la falsa protección de los discursos prefijados y academicistas. Sabe y afirma, como el mexicano Alfonso Reyes, como comprendió Octavio Paz, que "sin ensayo, sin literatura, no hay pensamiento": el ensayo, la meditación, la crítica, elevados necesariamente a la categoría de literatura adquieren su dimensión más completa. Agapito Maestre ama demasiado la palabra como para someterla a moldes, y así, el pensamiento de este filósofo se hace creación. En su Viaje a los ínferos, como en sus Meditaciones, muestra que la literatura es no sólo la articulación más completa de la vida, sino, además, la forma más profunda de indagación vital: todo escrito grande es literatura, sea filosofía o relato, o género sin género, como el desgarro hecho palabra de Canetti.
El capítulo que Maestre dedica a Elías Canetti, acertadamente titulado "El poder de la literatura", activa en mí, una vez más, el resorte de la reflexión. Masa y Poder, o la atroz constatación de la supervivencia individual como único triunfo: "El espanto ante la visión de la muerte se disuelve en la satisfacción de no ser uno mismo el muerto". Incluso en los extremos más biológicos y animales, nuestro humano egoísmo no le puede ser desconocido a ningún gran escritor. Pero ¿acaso nuestra naturaleza depredadora no se eleva sobre sí misma con lo que es uno de los más grandes misterios, el amor? Con la irrupción, siempre violentamente hermosa, del amor, la satisfacción de la supervivencia en Canetti se convierte en el dolor más profundo que va ligado a ella: terrible es sobrevivir a quien amamos, y es ahí donde el amor, con todo su misterio, pone belleza en el dolor frente a la fealdad de la satisfacción.
Viaje a los ínferos es literatura. Es, por tanto, pensamiento y emoción, esto es, conocimiento auténtico. Es un viaje personal y literario por países de Hispanoamérica y por la cultura hispana de los dos continentes. En sus páginas, además de los ya mencionados, y entre otros autores asimismo fundamentales, podemos encontrar y, sobre todo, reconocer en el sentido más profundo del término a filósofos y escritores como José Gaos, Ortega y Gasset, María Zambrano (a quien Agapito Maestre siempre rescata de interpretaciones partidistas), Uslar Pietri o Lezama Lima, "personificación de la literatura", revelación del lenguaje como ámbito originario, misterio, sabiduría como sabor (los destellos mágicos de la expresión del cubano habrían seducido a Mallarmé). Nombres que pueblan, asimismo, las páginas de Meditaciones. Todos estos autores están unidos por la lengua común, por la palabra que les hace escritores más allá de los géneros. Trascendiendo la Leyenda Negra y la Dorada, es el mestizaje cultural lo que da entidad y fuerza a lo hispano. Maestre lo muestra con lucidez, una lucidez robusta y característica que le hace encararse intelectualmente con lo negativo sin caer en un pesimismo incapacitante. Sin obviar en ningún momento el error o, incluso, la tragedia, Viaje a los ínferos pone de manifiesto el vigor de una cultura y es, a la vez, un fructífero mestizaje de géneros donde la palabra es pensamiento y creación. Un libro vigente.
Meditaciones de Hispano-América y Viaje a los ínferos americanos son una muestra a la vez creativa y rigurosa de la magnitud de nuestro legado en lengua española. Un legado poderosamente original en el que vida y pensamiento se hacen creación. El legado hispano-americano es precisamente, como Maestre nos enseña de forma ejemplar en los capítulos dedicados a Nietzsche en Hispano-América, aquel que ha sabido hacer suyo al alemán en todo lo que tiene éste de esencial: su apuesta por la vida en la filosofía, tomando con ella, claro está, la tragedia y la angustia, incluso la locura. Y su poesía: a los pensadores hispano-americanos nunca se les escapó que Nietzsche era un poeta. Un poeta humano, demasiado humano y, por tanto, muy por encima de cualquier encasillamiento en el positivismo dogmático. El estructuralismo, la deconstrucción y todas las corrientes críticas que se engloban hoy día con el término postmoderno por lo general han venido presentando a un Nietzsche más a la imagen y semejanza de sus moldes prefijados que al escritor de carne, hueso y espíritu que influyó en Ortega, Zambrano o Gaos. Una comparación sistemática entre los análisis franceses y anglosajones por un lado y los de autores hispanoamericanos por otro queda, naturalmente, fuera de esta reseña. Éste es un motivo más para leer el libro de Maestre: después de leerlo, el lector sabrá bien a qué atenerse.
Desde luego, en lo que a mí respecta, ningún molde positivista o deconstruccionista aplicado a Nietzsche iguala la penetración creadora del cubano Lezama Lima en el diálogo sobre el filósofo alemán entre Fronesis y Cemí dentro de su novela Paradiso. Quizá, como puede desprenderse de ambos libros de Agapito Maestre, todo esté en la forma de mirar. La tradición hispano-americana es mirar siempre desde la vida, más allá de positivismos e idealismos: un mirar viviendo. Así se hace obra y vida. Nuestros grandes escritores, con todas sus diferencias individuales, llevan mucho tiempo dando fe de ello.