sexta-feira, 28 de maio de 2010

Despilfarro de civilizaciones

Uno de los capítulos del gasto público en los que el Gobierno debería cortar por lo sano es el de las acciones puramente propagandísticas. En tiempos de restricciones se entiende mal el despilfarro del dinero público en iniciativas como la llamada Alianza de Civilizaciones, que no es más que un empeño personal de Rodríguez Zapatero, pagado a cargo del presupuesto del Ministerio de Asuntos Exteriores. El hecho de que el presidente del Gobierno haya tenido que renunciar a asistir a una cumbre que él mismo había convocado en Brasil, precisamente porque las urgencias de la situación económica le requieren en Madrid, ilustra perfectamente la situación: los españoles tendrán que seguir pagando por algo que hasta su principal promotor considera menos importante que las premuras de la situación del país. Se entiende que si el Gobierno insiste en no desvelar las cifras concretas dedicadas a este capítulo es porque es consciente de que la exhibición de esa información sería mal comprendida. El recuerdo del derroche monumental de la bóveda de Barceló en la sede ginebrina de las Naciones Unidas tiene que ser especialmente amargo para los funcionarios y pensionistas en estos momentos.

En la acción exterior de un país con voluntad de proyección mundial, como debería ser España, a veces es necesario sembrar con decisiones que se toman hoy, confiando en que los frutos se verán en el futuro. La Alianza de Civilizaciones no fue bien enfocada desde el principio, y ni el hecho de que recientemente Estados Unidos haya mostrado su interés -muy discretamente, por cierto- llegará a mejorar sus perspectivas. Es más, si hubiera de ser juzgada por sus resultados tangibles, no cabe duda de que sería una de las más ineficaces de todas las que han salpicado la gestión de Zapatero. El mismo Gobierno que ha tenido que aceptar el aplazamiento de la cumbre euro-mediterránea de Barcelona a causa de las diferencias insalvables entre los países de la región no puede seguir pensando que hay problemas que se resolverán sólo envolviéndolos con un buen lema y la mejor de las intenciones. La Alianza de Civilizaciones no es más que un juguete perfectamente prescindible.

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