Había ganitas. Quince años después, Neptuno vuelve a vivir la celebración de un triunfo atlético. Han sido tantos los años de sequía que la parroquia colchonera se ha arremolinado en tropel junto a su dios. No, no hablamos de Forlán. Nos referimos a Neptuno.
A los pocos minutos de consumarse el triunfo sobre el Fulham, la marea rojiblanca ya inundaba el centro de la capital. En los locales aledaños a la fuente, los bares hacen negocio mientras la gente, entre cerveza y cerveza, corea: Atleeeeeeti, Atleeeeeeti. Desde Alcalá, desde el Paseo del Prado, todo lo que baja hacia la fuente es una marea de cláxones y banderas rojiblancas.
Muchos llegan ya tocados a la celebración. Como Germán, que se lamenta porque le cierran el bar en Atocha. "A ver si es que los camareros son del Madrid", se pregunta. Del bar a Neptuno. Ese es el itinierario. En torno a la fuente, espera dispuesto el perímetro de seguridad. Centenares de policías y sanitarios para miles de aficionados regados de cerveza y bocadillos de calamares. Madrid inaugura una noche de fiesta. No es para menos. Han sido muchos años en el dique seco.
También hay quien tiene recuerdos irreverentes para el vecino rico. Como los que desde el coche vociferan: ¡¡ Neptuno a la Cibeles, se la va a f...!! Hoy todo vale. Por fin, de nuevo, el Atleti es campeón. Y no se alegran sólo los colchoneros. "Yo no soy del Atleti, pero a los pobres ya les tocaba", comenta un taxista. Que lo disfruten.
Regreso a Madrid
Tras el éxito, los aficionados rojiblancos no quisieron perderse la llegada de los héroes y cerca de 200 personas han recibido a los jugadores a su llegada al aeropuerto de Barajas, tras un vuelo que partió con retraso desde Hamburgo y en el que se mezcló la euforia y el cansancio entre la expedición rojiblanca. La Copa ya está en la capital de España. Ha llegado a las 7,15 horas, en un Boeing 737-800 procedente de Alemania, junto a todo el equipo, el cuerpo técnico y los directivos del club madrileño.
Antonio López, su capitán, y Enrique Cerezo, su presidente, han sido los encargados de bajarla a tierra por la escalera del avión. Ese fue el final del vuelo de regreso de los campeones, que partieron de Hamburgo en torno a las 4,20 de la madrugada, tras el partido ante el Fulham y la posterior fiesta en el vestuario, y que aterrizaron en Madrid casi tres horas más tarde con el deber cumplido: el segundo título europeo de la historia del club.
Guillermo D. Olmo - Madrid
www.abc.es
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