quinta-feira, 13 de maio de 2010

El fin de 'El Pupas'




Si alguien todavía sigue pensando que el Atleti es El Pupas –denominación que no tiene tantos años: se la inventó don Vicente Calderón en 1974- bien haría en revisar sus esquemas mentales porque la verdad es que esta temporada del Atlético de Madrid se podrá juzgar como se quiera pero, desde luego, lo que absolutamente nadie puede decir sin ser víctima de vergüenza ajena es que el club rojiblanco ha tenido mala suerte o se ha portado como un equipo perdedor.

Analicemos los hechos. En mi opinión, el Atlético de Madrid empieza la temporada con la plantilla más pobre y corta de los últimos años, con muchas carencias tapadas tras los cartelones de Forlán y Agüero. Buena parte de la afición entiende que rinde mejor servicio a su club protestando por ello más que aceptándolo sin más, y en efecto se subleva. El primer tercio de la temporada es desastroso, con el equipo rondando el descenso y una plantilla deprimida. Deprimida con razón, porque vale que seas consciente de que no eres ni Maradona ni Beckenbauer, pero debe fastidiar bastante que todo el mundo esté hablando de lo malo que es el equipo en el que tú juegas. Pero he aquí que cuando el año futbolístico toca a su fin, el único equipo español que se planta en una final europea y se lleva el título no es ni el Madrid ni el Barcelona. Es el Atlético de Madrid. El Atleti. Frótense los ojos. Que levante el ratón quien, no en diciembre sino en marzo, se imaginase este desenlace.

Las circunstancias que se han dado para llegar a él han sido, para mí, increíbles en cuanto a su coincidencia. La primera, el hecho de que Quique Sánchez Flores llegara al club y desarrollara una tarea tan espectacular como ha realizado. No me interpreten mal. No hablo mal de Abel Resino, que bastante hizo en la temporada pasada con llevar a Champions a un equipo que tampoco es que fuera un candidato claro a ello, pero el caso es que esta temporada quien ha sido decisivo en enderezar un camino que parecía llevar al cataclismo ha sido Quique Sánchez Flores. Primero, por conseguir devolver a la plantilla la confianza en sí misma y luego por saber administrarla magistralmente.

Números. A fecha de hoy el Atlético de Madrid ha jugado 62 partidos. Ha empleado a 32 jugadores, pero atención: diez de ellos, sin contar porteros, han jugado más de cuarenta partidos. Jurado, 61, Simao, 57, Assunçao, 55; Forlán, 53… Seis de ellos, más de cuatro mil minutos. Rotaciones, imposible. No había con qué. Y aún así, ni una sola lesión grave en toda la temporada. Vaya 'Pupas'. Y conseguir que a esta fase final de la campaña llegaran en plenitud física y mora es para, como dije hace unos días, hacerle un monumento ecuestre en Pirámides a Quique Sánchez Flores. Y quizá tras él, todos en bronce, al equipo.

Luego está el caso de cómo se ha llegado a estas finales. Los rivales con los que sucesivamente ha ido emparejando el sorteo al Atleti en Copa del Rey pueden obrar también como poderosos argumentos en contra de ese apellido de ‘Pupas’. Y en Europa, hay que fijarse primero en el desastroso paso por Liga de Campeones, en la fase negativa del equipo, que se salva con un pase a la Liga Europa gracias a un gol marcado en Chipre que de acuerdo a un extrañísimo criterio de la UEFA (pero que al valer para todos es justo) salva al Atleti en contra de un rival que, objetivamente, lo había hecho mejor en la liguilla. Ya en la Liga Europa ha contado también con buenas dosis de suerte, empezando por el penalti de libro a Zigic en el partido ante el Valencia. Circunstancias que casan poco con el maldito apellido.

Pero, quizá, lo que menos cuadre con el mismo es cómo se ha portado el equipo en los dos momentos claves de la temporada. Tanto en Liverpool como en Hamburgo hemos visto a un equipo que con sus fortalezas y carencias, con sus virtudes y defectos, ha luchado hasta la extenuación, ha creído en sí mismo, ha aprovechado adecuadamente sus recursos y ha salido triunfador. Virtudes ninguna de ellas correspondiente a un equipo perdedor, a ese colmo de las desgracias que brillantes pero tramposas campañas de publicidad y ese malhadado himno de Joaquín Sabina, tan injusto con la historia del tercer equipo más laureado de España, han conseguido que se asiente en el cerebro de demasiado gente con corazón rojiblanco, pero con poca memoria. De la Liga no hablo. Bastante ha habido con sobrellevarla y salvar la categoría (sí, sí, que en diciembre no estaba claro), a tiempo de poder concentrarse en las otras competiciones.

En este fin de temporada, pues, el Atlético de Madrid ha vuelto a ser lo que siempre fue. Un equipo luchador, que ganaba mas que perdía, que a veces sufría con la derrota pero muchas más gozaba con la victoria. Que no tenia las cosas tan fáciles como otros, pero precisamente por eso la victoria sabía mucho mejor.

Ahora, el Atleti ha ganado. Hora llegará de digerir y manejar la victoria y ver en qué pechos figuran las medallas. De momento toca hacer dos cosas. Disfrutar y, de una vez por todas, enterrar bajo siete llaves en la más profunda cueva, ese maldito apodo de ‘El Pupas’. Celebrémonos con un himno atlético de verdad. Del Atleti grande, luchador y campeón. Gracias y felicidades a quien lo creo.

Fernando Carreño

http://www.marca.com/blogs/tirandoadar

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