El 4 de mayo hemos recibido a un yemení que hace el segundo reo de Guantánamo que recibimos en España en menos de tres meses. El primero fue el palestino Walid Ibrahim Mustafá Abu Hijazi, llegado el 24 de febrero, por el que algún medio ya se ha preocupado en términos humanitarios, considerando prioritarios sus derechos, por encima de los de inmigrantes honestos que tratan de ganarse su pan en nuestro suelo. En cualquier caso, y por si alguien no lo sabe aún, España va a ser, con cinco reos aceptados, el principal punto de destino de presos del presidio antiterrorista estadounidense: toda una de Zapatero a la gloria de Obama que, por otro lado, aún no ha pisado nuestro país, pero que llama para regañarnos. A título de ejemplo, Francia sólo ha admitido a un preso y Alemania, hoy por hoy, ninguno.
La llegada del segundo preso ha tenido más cobertura mediática, si bien no se conoce ni su identidad ni su destino. Pero, a diferencia de lo que ocurriera con el anterior, ahora desde el Ministerio del Interior se ha asegurado que este "vivirá en España con un permiso de residencia y trabajo concedido en virtud de la Ley de Extranjería y disfrutará de todos los derechos reconocidos en esta Ley". Faltaría más. Con ello se da satisfacción a, entre otros, el juez Baltasar Garzón, quien en su reciente paso por el Foro de Seguridad Global sobre Terrorismo Internacional, en Nueva York, abogaba precisamente por que estos ya ex presos de Guantánamo gocen de derechos y tengan un marco jurídico bien definido en España.
En cualquier caso, en breve llegarán los otros tres presos, y su llegada será tratada de la misma forma discreta que las dos anteriores. Pero esto chocará con la publicidad que tanto España como los EEUU quieren darle a este goteo de presos: ambos países tratan de mostrar a otros –sobre todo los europeos, reticentes a albergar a los terroristas– que es algo que se debe hacer si de veras se quiere cerrar Guantánamo. España querrá demostrar que es bueno ser solidario con un presidente estadounidense progresista; y que, en términos de seguridad, los antiguos presos de Guantánamo no representan amenaza alguna. Washington evoca ahora el modelo español como socio en la lucha antiterrorista, y así lo ha hecho constar el vicepresidente Joe Biden en Madrid. Lo cual es lógico si asumimos que su país se enfrenta no sólo a los problemas que plantea la perduración del centro de detención, sino también a las resistencias internas al envío de presos a los EEUU para ser juzgados; mandarlos a España evita problemas internos. Además, el comienzo de los juicios militares bajo la presidencia de Obama se ha hecho con el de Omar Khadr, el niño natural de Toronto que se ha hecho adulto dentro del penal y que ahora mismo está siendo juzgado en el marco de una enorme presión mediática. La solución, bastante clara: más presos para Zapatero.
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