Bolivia es un país con una sociedad desestructurada, una geografía imposible y un presidente que hace todo lo que está en su mano por mantener a los más desfavorecidos en el mismo desamparo en el que ya están porque su palanca de poder es jalear a las clases empobrecidas contra quienes supuestamente les han causado los males que les retienen en la miseria.
Uno de los procedimientos para hacer funcionar este sistema del supuesto represor que en realidad no reprime a nadie es nunca dejar de cargar sobre él toda culpa imaginable. De manera especial las más inverosímiles. Y para eso, José María Aznar reúne todos los méritos imaginables. Blanco, español y de derechas. ¡Pleno al quince! Morales, que lleva a su país al trote hacia el precipicio, llega a Madrid, culpa a Aznar de haber fomentado un frustrado golpe de Estado, exhibe como prueba inculpatoria un recorte de Prensa, da a entender que la FAES (u otra fundación del PP) viene a ser como la más estereotipada caricatura de la Trilateral y se queda tan ancho.
Un país con un presidente que atribuye al pollo capacidades afrodisíacas homosexuales puede acabar de cualquier manera. Por cierto, el concejal Pedro Zerolo, secretario de Movimientos Sociales y Relaciones con las ONG, se dejó ver ayer en un acto de Morales. El respeto e interés con que escuchaba las palabras del presidente boliviano incita a pensar que tal vez Zerolo padezca algún tipo de amnesia por el cual haya olvidado ya las consideraciones incuestionablemente homófobas que realizó semanas atrás Morales cuando sostuvo que la ingesta de pollo en Europa produce muchos homosexuales. Pero a la progresía española esta cumbre no le ha servido ni para exigir disculpas de los homófobos. Mucho menos para intentar paliar la degeneración de cierta democracia.
Ramón Pérez-Maura
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