Quien se asombre del vuelco dado por Zapatero en su política económica demuestra conocerlo muy mal o tener muy mala memoria. No es la primera vez que el presidente del gobierno cambia en horas veinticuatro un aspecto de su política. Recuerden lo de ETA. De negociar con ella «la paz en el País Vasco» pasó a perseguirla hasta debajo de las piedras. Recuerden lo del estatuto catalán. De prometer apoyar el que le enviasen los catalanes pasó a olvidarse de ello. No es que este hombre no tenga palabra. Es que no tiene principios. ¿Cómo van a confiar en él no ya sus rivales, sino sus socios? ¿Cómo va a creérsele lo que dice hoy si mañana puede decir lo contrario? Es verdad que España siempre ha cumplido sus compromisos, con la república, con la dictadura, en buenos y malos tiempos. Pero el gran déficit de la España actual no es el de la balanza de pagos. Es el de la credibilidad de su Gobierno. Y sin credibilidad, no se va a ninguna parte.
La falta de crédito se transmite a un equipo desnortado por las guiñadas de un jefe que sólo piensa en sí mismo. Es patético contemplar el desconcierto de sus colaboradores, intentando no ya explicar, sino comprender lo que están haciendo y actuando contra sus convicciones, sin que ninguno ni ninguna tenga la altura moral de marcharse.
Pero más patético aún es contemplar a sus escuadras intelectuales intentando defenderle. Como no encuentran argumentos, lo único que se les ocurre es lo de siempre: atacar al PP. «Ahora que el presidente ha hecho los recortes que pedía -claman-, en vez de apoyarle, lo critican». Otra mentira. Rajoy no pedía los recortes que Zapatero ha dispuesto. Pedía recortar los gastos de un Gobierno elefantiásico, de unas subvenciones descomunales a partidos, sindicatos, patronal, ONGs, asesores, cursos, concursos, cursillos y otros dispendios que se llevan miles de millones de euros, aparte de pedir racionalizar la Administración en sus tres niveles. ¿Saben ustedes cuántos asistentes se llevó la vicepresidenta primera a la Conferencia sobre Haiti en la ONU, donde fuimos los terceros en ayuda prometida? Cuarenta y tres. Teniendo allí una delegación permanente. ¿Cuánto nos han costado las conferencias interministeriales a todo tren en distintas ciudades españolas, con motivo de nuestra presidencia rotativa europea? Nadie lo sabe porque no han terminado. Mientras, en Nueva York, rara es la semana sin un acto español u otro, carentes de todo eco, pero ideales para que los invitados hagan turismo y vayan de compras.
Es ahí donde hay que recortar. Es ahí donde hay que dar ejemplo. Pero poner como ejemplo de seriedad a José Luís Rodríguez Zapatero es como poner a Drácula al frente de un banco de sangre.
José María Carrascal
www.abc.es
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