Hay tres formas de disfrazar con éxito la ineptitud. La primera, permanecer callado y evitar la exposición pública de tus limitaciones, cosa que ha logrado Salgado durante los sesenta años que tiene, lo que le ha reportado nada menos que un ministerio de Economía. Y habría podido pasar incluso con gloria por el cargo si no llega a ser por la obligación de debatir en el Congreso. Tuvo que argumentar y se descubrió el pastel, eso sí, con el ministerio entre sus manos.
La segunda y tercera formas han sido aprovechadas por Zapatero. Una soberbia ilimitada y unas considerables dotes comunicativas le han permitido pasar la debilidad de contenidos e ideas por carisma y liderazgo. Y, sobre todo, la posesión del poder le ha asegurado, como a todos los dirigentes ineptos antes que él, la ayuda más eficaz de. El silencio de los analistas, la adulación de los pícaros y aprovechados, la complacencia de los cobardes. Así se ha creado lo que un ex ministro socialista que prefiere el anonimato llama el «mito de Súper ZP» en el libro de García Abad.
Aquellas voces que destacaron su vacuidad cuando saltó a la palestra pública fueron pronto acalladas por la fuerza avasalladora y también represiva del poder, del suyo, al menos. Quienes advertimos sobre su profunda ignorancia en torno a ETA durante la negociación fuimos tachados de extremistas, intolerantes y todo lo habitual en esos casos.
Y sobre la crisis económica, la historia es reciente y conocida. Ni siquiera los innumerables análisis y advertencias de los mejores expertos internacionales han sido suficientes para desnudar la incapacidad de Zapatero entre sus fieles. Y estamos en lo que estamos, en un país que se hunde, en un completo caos de gestión y con un presidente deslegitimado, desbordado e incapaz al timón.
Edurne Uriarte
www.abc.es
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