Mucho antes de que Bibiana Aído decidiera vetar los relatos infantiles que considera sexistas, James Finn Garner escribió sus divertidos «Cuentos Políticamente Correctos«. En uno de ellos, Caperucita Roja, nada ingenua, sino plenamente consciente de su condición de mujer liberada, se imponía a un lobo, cuyas inclinaciones gastronómicas se debían a su «tradicional condición de proscrito social».
Ahora, en otra revisión del famoso cuento, una Caperucita iberoamericana -rojísima e insaciable- está a punto de convertir a un pobre Lobo, el hondureño, en un apestado al que no se quiere ver en la cumbre de Madrid entre Europa y América Latina.
El Gobierno, que preside la UE, hizo lo que tenía que hacer, que es invitar al presidente elegido por los ciudadanos de Honduras, a participar en la reunión. Sin embargo, el riesgo de fracasar de nuevo con otra de las cumbres de su semestre europeo puede llevar ahora a Zapatero a pedirle que renuncie a viajar a Madrid o que permita el regreso de Zelaya a Honduras.
Puede que esa sea la única manera de salvar la cumbre, pero será también la aceptación del chantaje al que ha sometido Lula a España, secundado con entusiasmo por el frente bolivariano, con el que tanto se ha coqueteado.
La firma de acuerdos estratégicos con países como Brasil o Argentina no sirve para mucho, si los socios, lejos de buscar el entendimiento, aprovechan cualquier ocasión para crear problemas a España.
Lula ve a una España débil y juega sus bazas en la pugna por el liderazgo en Iberoamérica. Ante ello, el Gobierno, pese al agobio por la crisis económica, debería reaccionar con firmeza, mostrando que el fracaso de la cumbre y de los posibles acuerdos, no sería responsabilidad de Espña, sino de quienes promueven el boicot. De lo contrario, como el lobo, acabaremos en la panza de Caperucita Roja.
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