Muchas veces la realidad supera a la... realidad. Si no, fíjennse en la anotación que hoy recuperamos del prolífico mundo de los blogs, donde encontramos la peculiar historia de Pio II, un humanista y religioso italiano que fue Papa de la Iglesia Católica desde 1458 hasta 1464, año en que murió.
Entre las acciones que desarrolló durante su corto pontificado, destacan una nueva cruzada contra los turcos dictada a través del Congreso de Mantua, el reforzamiento de la autoridad papal frente a la del concilio (bula Exsecrabilis de 1460) o la declaración de la la esclavitud como “un gran crimen” (magnum scelus). Hasta aquí nada raro.
Pero si echamos un vistazo a la vida que llevaba Eneas Silvio Piccolomini antes de ser nombrado Papa, encontramos una actitud y filosofía que rompe los moldes establecidos para los clérigos de la época y que aún hoy en día sería inadmisible dentro de la doctrina vaticana. Para empezar, Pio II no abrazó la religión hasta cumplidos los 40 años, y tuvo numerosas aventuras amorosas. En su propia autobiografía, podemos leer: "He conocido y amado a muchas mujeres [...], pero en cuanto las conseguía me causaban gran fastidio. Tampoco si tuviera que casarme, me juntaría con una mujer cuyo trato no conociera". Fruto de esta incesante actividad fueron dos hijos naturales, en 1436 y en 1442.
Pero si por algo es precisamente conocido este Papa es por haber escrito uno de los bestsellers del siglo XV, "Historia de duobus amantibus", una novela en latín que tuvo más de 35 ediciones antes del año 1500, y más de cien copias manuscritas. La obra, escrita en 1444 hablaba sobre el amor ilícito que se profesaban Euralio, un oficial de alto rango del germano Emperador Segismundo y Lucrecia, una señora casada originaria de Siena, Italia. Una lectura pormenorizada de alguno de los párrafos de la misma nos da la idea del explícito componente erótico de la misma: “Cuando ella vio a su amante, le sujetó firmemente entre sus brazos. Hubo allí abrazos y besos, sin refreno se dejaron llevar por su deseo y se hartaron de Vénus, ahora con Céres, ahora refrescándose con Bacco”.
Ya en su papado, Pio II se avergonzó públicamente de esta obra a través de una carta en la que escribió: "Y no déis más importancia al laico que al pontífice: rechazad a Eneas, acoged a Pío".
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