sexta-feira, 7 de maio de 2010

Fomentar la seguridad en Europa

Esta semana me reuniré con los embajadores de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para impulsar el diálogo en curso entre Estados Unidos y sus aliados más estrechos sobre el futuro de la seguridad europea. Lo hago porque Estados Unidos está firmemente comprometido con la idea de que cualquier decisión sobre la seguridad de Europa se tiene que tomar en estrecha coordinación con nuestros aliados y socios europeos. No decidiremos nada sobre nuestros aliados y socios europeos sin ellos. Estados Unidos y Europa pueden sentirse muy orgullosos de lo que han logrado juntos: han forjado la alianza que más éxito ha tenido en la historia, una que ha seguido el ritmo de la región euroatlántica durante más de 60 años y que ha contribuido a transformar Europa en un referente de democracia y prosperidad. Estos logros han sido sostenidos por las instituciones que velan por la seguridad, principalmente la OTAN y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), construidas mediante la cooperación entre estadounidenses y europeos durante décadas. Pero ahora es crucial que nos preguntemos de qué manera debemos adaptar estas instituciones, que tan útiles nos han sido, a los cambios -y a las oportunidades- de una nueva era.

La OTAN está revisando su «concepto estratégico», que contiene los principios rectores de la estrategia de la OTAN para abordar las amenazas a la seguridad, a fin de preparar a la alianza para los retos del siglo XXI. Rusia también ha presentado nuevas ideas sobre la seguridad europea. Estos temas merecen una reflexión y un debate meditados. La secretaria de Estado Hillary Clinton describió en líneas generales nuestro planteamiento respecto a la seguridad europea en un discurso que pronunció en París en enero. Como señaló, Estados Unidos no cree que Europa necesite más tratados ni instituciones, sino que intentará crear una Europa más segura que tenga en cuenta la naturaleza cambiante de las amenazas a las que nos enfrentamos y que respete los principios básicos de las instituciones actuales, como la OTAN y la OSCE. Trataremos de mantener estos principios avanzando por los siguientes caminos paralelos. En primer lugar, tenemos que trabajar juntos para ampliar nuestros compromisos con la transparencia recíproca de todas nuestras fuerzas militares, tanto las convencionales como las nucleares, y otros activos de defensa en Europa, entre ellos los escudos antimisiles. Esperamos hacer esto con Rusia. Ya no vemos a Europa como una suma de resultado cero como en la Guerra Fría.
Para fomentar la confianza dentro de Europa necesitamos comprender cómo entienden los vecinos los retos relacionados con la seguridad y cómo tienen pensado enfrentarse a ellos. Y el nuevo tratado START demuestra que la mejor manera de construir confianza y certeza es incrementar el intercambio de información sobre nuestra doctrina, nuestras fuerzas y nuestras intenciones. Presentaremos propuestas para mejorar la transparencia militar a través de una serie de pasos, entre ellos la mejora de los intercambios de datos militares y visitas a instalaciones. Esta misma semana, Estados Unidos dio a conocer información sobre el tamaño de su arsenal nuclear. Creemos que el ser lo más transparentes posible sobre el programa nuclear estadounidense redunda en beneficio de nuestra seguridad nacional e instamos a otros Estados a hacer lo mismo.
En segundo lugar, exploraremos las limitaciones recíprocas en cuanto al tamaño y la ubicación de las fuerzas convencionales. Estas deberían ser relevantes para el mundo de hoy y el de mañana, no el de ayer. También deberíamos desaconsejar a nuestros ejércitos que basen sus maniobras en supuestos que guardan poco parecido con la realidad y dedicarnos en cambio a planificar juntos la manera de enfrentarnos a amenazas reales, sobre todo las que provienen de fuera de Europa.

En tercer lugar, tenemos que dedicar más atención y más recursos a impedir y combatir las amenazas a la seguridad de Europa que proceden del exterior. La amenaza de una guerra entre las principales superpotencias que ha obsesionado a Europa durante siglos ha desaparecido, aunque queden algunas zonas de conflicto regionales. Esto constituye un gran logro, pero actualmente el continente europeo se enfrenta a nuevas y perniciosas amenazas: la propagación de las armas de destrucción masiva a regímenes díscolos con acceso a la tecnología de misiles balísticos; la amenaza constante de atentados terroristas posibilitados por los refugios en las regiones fronterizas de Afganistán y Pakistán; la perspectiva de un ciberatentado llevado a cabo por redes criminales y otros actores y los importantes problemas que plantea la seguridad energética. Ningún país de Europa es inmune a estas amenazas: afectan a todos los países del continente por igual. Nuestros esfuerzos comunes, como los que realizamos a través de la Fuerza Internacional de Apoyo a la Seguridad en Afganistán, perteneciente a la OTAN, y nuestras iniciativas para combatir el terrorismo mundial ponen esto de relieve. Debemos centrar nuestros esfuerzos en abordar estos retos externos y actualizar nuestros acuerdos de seguridad para estar a la altura de los verdaderos riesgos a los que nos enfrentamos en la actualidad.

En cuarto lugar, necesitamos un mecanismo más eficaz para la prevención y gestión de los conflictos y la resolución de crisis, a fin de frenarlas antes de que adquieran mayor intensidad. La crisis entre Rusia y Georgia en agosto de 2008 nos recordó a todos que no podemos dar por sentada la seguridad en Europa ni volvernos displicentes. Para evitar que vuelvan a producirse incidentes como este, apoyamos la creación de un Mecanismo de Prevención de Crisis de la OSCE que, en situaciones de tensión entre Estados de la Organización, trate de evitar las crisis antes de que empiecen. Y en caso de que lo hagan, capacitará a la organización para ofrecer una ayuda humanitaria inmediata, contribuir a negociar un alto el fuego y proporcionar una supervisión imparcial. También consideramos que la OSCE debería facilitar la celebración de consultas si se produce algún trastorno grave relacionado con la energía o el medio ambiente y enviar representantes especiales para investigar los informes de violaciones atroces de los derechos humanos.

Por último, debemos reafirmar el carácter indivisible de la seguridad de Europa, la importancia de la integridad territorial para todos los países del continente y el derecho de los Estados a elegir sus propias alianzas de seguridad. Para que la seguridad en Europa sea sostenible se requieren paz y estabilidad en todo el continente, no sólo en la vieja o la nueva Europa, la Europa del Este o la Europa occidental, la Europa de la OTAN o la Europa que no pertenece a la OTAN. Incluye a los socios y amigos que aspiran a alcanzar la estabilidad y la prosperidad que conllevan los criterios democráticos de la UE y la OTAN. Perseguimos una Europa abierta y cada vez más unida en la que todos los países, incluida Rusia, desempeñen sus funciones plenas. La indivisibilidad de la seguridad también supone que todos los países europeos deben acatar ciertas normas comunes: por encima de todo, un compromiso con la soberanía y la integridad territorial de los Estados y el derecho de todos los países a elegir libremente sus propias alianzas. La amenaza o el uso de la fuerza no tienen cabida en las relaciones entre las potencias europeas. Ni tampoco podemos permitir que los países grandes veten las decisiones de los más pequeños. Y lo que es más importante, no podemos permitir que vuelvan a establecerse esferas de influencia en Europa.

Estados Unidos cruzó dos veces el Atlántico en el siglo pasado para defender Europa y permaneció hombro con hombro con sus aliados a lo largo de la Guerra Fría. Lo hicimos por nuestros valores comunes y nuestra seguridad común, porque nos dimos cuenta de que la paz y la estabilidad de Europa son esenciales para la seguridad de Estados Unidos. Esto es tan válido hoy como lo era en el siglo XX y es la razón por la cual participamos activamente en el debate sobre el futuro de la seguridad europea. Todavía queda mucho por hacer en el camino hacia una Europa plenamente democrática, segura, pacífica y próspera. Con estos principios podemos revigorizar y garantizar la seguridad europea para una nueva era.

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