terça-feira, 4 de maio de 2010

Volver a la peseta

¿Está usted preparado para volver a la peseta? Lo pregunto porque, como cualquier lector avisado comprende, es una posibilidad cierta a medio o más o menos corto plazo, de seguir en la que estamos. Y vamos a seguir.

Vamos a seguir porque no sólo no se está haciendo nada, sino que se está haciendo casi todo lo que no se debe hacer. Por ejemplo: subir el sueldo a los funcionarios, cuando Irlanda, en situación parecida, lo ha rebajado en un 17%. Ya sé que no se trata de una medida popular ni electoral, pero de eso se trata: de tener lo que hay que tener para dar un paso así. Más, cuando tenemos más funcionarios en proporción a la población que la propia Francia, macroestado por excelencia. Hemos llegado a los tres millones de empleados públicos, y hay regiones, como Extremadura, en que lo son el 33% del total de asalariados, lo que significa que dos asalariados reales pagan el sueldo de un tercero en todos los casos.

Como tantas veces, en este caso me debo a Pedro Martínez Priede, que se ha tomado el trabajo de recopilar los datos de actualidad sobre España que aquí expongo, y que son los que me permiten establecer comparaciones.

Primero está la deuda externa. La suma de la pública y la privada asciende al 350% del PIB. Es decir, toda la producción española de tres años y medio. Comparemos: en la Argentina del corralito (diciembre de 2001), la deuda consolidada (pública y privada juntas, porque el Estado asumió el conjunto) estaba en alrededor del 45% del PIB, más baja que la de Japón, siendo la financiación, esto es, lo intereses, un 9% del PIB. Como se ve, una coyuntura mejor que la española de hoy. Por las mismas fechas, Indonesia, uno de los países más endeudados del mundo, debía el 173% de su PIB. En este ámbito, la oposición tendría que tener un plan para la refinanciación de ese imposible: cada español debe tres años y medio de su trabajo, cuando lo tiene; pero ocurre que uno de cada cinco no lo tiene, de modo que su carga pasa a los empleados. La refinanciación es difícil, en el supuesto de que se consiguiera, porque si el rescate de Grecia ha significado para los bancos franceses y alemanes unas pérdidas de 90.000 millones de euros, el coste para los mismos en caso de quiebra de España sería de 800.000 millones.

¿Cómo se ha llegado a esa deuda? En muy buena parte, el Estado se ha endeudado para avalar el agujero del sector financiero, debido a lo cual se han emitido bonos de deuda pública. Esos bonos los compra ese mismo sector (los grandes bancos) con dinero que le presta el BCE al 1%, mucho menos de lo que le pagará el Estado en el rescate de esos bonos (Grecia está obligada a pagar el 26% de los bonos en dos años). Lo que significa que cada español, lo quiera o no, acaba pagando intereses a los bancos por dinero que éstos obtienen del Banco Central de esa Europa que después se resiste a tender una mano (flácida, casi inerte) a los griegos.

En este momento, el pago de mantenimiento de esa deuda nos cuesta 40.000 millones de euros anuales (casi la mitad del rescate de Grecia). Y una cifra idéntica, otros 40.000 millones, nos cuestan las prestaciones de desempleo. ¿Se puede ahorrar algo en este ámbito? Evidentemente, no, mientras aumente el número y el salario de los funcionarios, debido sobre todo a la duplicación y hasta triplicación de esos costes por la carga de las comunidades autónomas: 26.000 millones suprimibles. Mientras esto sucede, en la más beneficiada de todas las autonomías, el País Vasco, el PNV pide a los empresarios locales que dejen el mercado español y busquen otras alternativas: funcionan como un país independiente con combustible extra pagado por nosotros, como cuando la URSS regalaba a Castro 500 dólares por cubano y año para que se desarrollara: sólo que los del PNV trabajan realmente con ese dinero. Como los chinos, por esa misteriosa exención fiscal de la que gozan en España durante, creo, diez años: así, cualquiera.

Por otra parte, la UE es cualquier cosa menos una unión. La locomotora alemana se mueve sola, no tira de los vagones: los vagones tienen que moverse también por sí mismos si quieren mantenerse en la fila. Porque esos 90.000 millones de los bancos germanofranceses son sólo un par de metros de la larga cuerda con la que han aceptado ahorcarse los griegos: el resto corresponde al FMI, que no es un fondo sino un banco como cualquier otro, sólo que con clientes menos solventes y con intereses usurarios. Lo que el BCE presta a la banca española al 1%, el FMI lo cobra un 4%. Abandonar a un miembro de la UE en manos del FMI es una prueba de la miseria política de la famosa locomotora. (Cierto que el comunismo bolivariano es peor: Chávez prestó a los ecuatorianos el dinero necesario para saldar su deuda con el FMI, pero lo que el Fondo dejaba al 4%, él lo deja al 7).

Está por verse si Grecia sigue en el euro –eso sí: sin poder de decisión en los organismos económicos de la UE– o simplemente se cae y retorna al dracma. Vistas las cifras, si España no sostiene su estatuto actual, se caerá sin remedio y volveremos a la peseta. Si destraducimos de euro a peseta, el café en la barra del bar de enfrente está a 200 pelas, el aceite oliva (en un país exportador) a cerca de 600, la leche (marca blanca) y el pan a 100. Los muy mayoritarios mileuristas ganan 166.000 pesetas. ¿Cómo se va a ir de casa el nene?

Horacio Vázquez- Rial

http://revista.libertaddigital.com

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