segunda-feira, 9 de fevereiro de 2009

Con flores a Fidel

Curioso el culto que ciertos líderes iberoamericanos rinden a un ídolo anciano, arropado en desgalichados tejidos deportivos, recluido en un cuarto de hospital y logorreico perdido, a quien no hay manera de hacer callar. Sus poderosos devotos vienen en peregrinación hasta este valetudinario ídolo ante quien fingen escuchar con arrobo sus seniles chifladuras de chocho incontinente. Devoción en apariencia incomprensible si se parte de que sus feligreses son líderes hechos y derechos. Pero que se resuelve si se tiene en cuenta que el adorado es un tirano caribeño que ha conseguido amarrarse al poder durante cincuenta años de sucesivos fracasos sin paliativos.

¡Cincuenta años en el mando y sin dar una a derechas! Milagroso prodigio del que Chávez, Evo, los Kirchner y Correa quisieran tener el secreto. Así se explica la constante romería. El culto a las reliquias nació del hambre de milagros en tiempos de necesidad. Y el culto a la antigualla de Castro se dilucida así como el ansia de poseer el secreto de amarrarse cincuenta años al poder sin necesidad de abstenerse de cometer las majaderías que la droga del mando arbitrario les inspira. Adoran a la vejestoria divinidad, y dispuestos estarían a promover el culto a la milagrera barba canosa del comandante, a su rojísima sangre o a su tutelar idolillo de santería si con esas prendas lograran contagiarse de la capacidad de Castro para retener el poder. A éste le interesó difundir el cuento de que gozaba de la protección de los orishas desde que unos haitianos le envolvieron en unas mágicas plantas en su nacimiento. Y a un babalao le oí contar con mucha seguridad que el comandante había sobrevivido a seiscientos atentados porque contaba con la protección de siete brujos haitianos. Esa magia con seguro incorporado de dominio es la que interesa a sus romeros, los Chávez, Kirchner y Morales, que acuden a la cabecera de su cama o a sobar la prenda deportiva que envuelve a la estantigua, a ver si se les pega sus poderes. En eso ha quedado tanto sindicalismo, indigenismo, izquierdismo, obrerismo y socialismo: en una romería en busca de las fuentes del poder eterno.

Alberto Sotillo
www.abc.es

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