sábado, 14 de fevereiro de 2009

El Opus Dei y la ciencia

Después del negocio de la novela y la menos exitosa película El Código da Vinci se puede hablar del danbraunismo como la rama del laicismo que se encarga de atacar al Opus Dei. Sin duda que tal práctica se avivará tras el reconocimiento por parte de la Academia del Cine española a la película Camino.

Pero el danbraunismo utiliza como técnica la teoría del complot, cuyo fundamento es el mismo que utilizaron los partidos del Frente Popular para poner en marcha la ley de depuración del funcionariado (incluido el profesorado universitario) y del alumnado de magisterio: si alguien puede ser malo lo es y el demostrarlo es cuestión de tiempo, pero como no lo podemos perder porque el tiempo es oro, pues montamos un sanedrín, nos inventamos un código, y... ¡para qué esperar si lo sabemos de antemano!

Admitiendo que en todas partes cuezan habas, transmitir una visión de que el Opus Dei es enemigo de la verdad o del hombre puede resultar políticamente muy correcto, o ser una seña de identidad de los autodenominados "progresistas", pero puede alejarse de la realidad y convertirse en subjetividad pura y dura. Quienes no dudan en afirmar que se trata de una secta y que es elitista, clasista y sólo para ricos, seguramente ignoran que en 2008 se celebró el 50 aniversario del madrileño colegio de Tajamar, fundado por el Opus Dei en el Cerro del Tío Pío, actualmente ubicado en la calle que lleva su nombre, la de Pío Felipe, área de aluvión y chabolismo en la que en los años 50 del siglo pasado no se acercaba ni la policía, cerca de Vallecas.

Precisamente en el libro conmemorativo de la efeméride podemos ver a un joven san Jose Mª Escrivá de Balaguer, impecablemente ensotanado, visitando el centro instalado en una zona con 12.800 niños sin escolarizar y ningún centro escolar próximo, cuando muchos de los niños pijos –alguno de ellos con el paso del tiempo llegaría a ser político célebre y acaso alguno también progre– tomaba clases en los mejores colegios religiosos de Madrid.

Tajamar, por el que han pasado más de 15.000 alumnos, sigue formando a jóvenes inspirado en el humanismo cristiano, y formando parte de la obra corporativa del Opus Dei, de su aceptación y seriedad hablan los números: año tras año auténticas tortas para conseguir plaza. San José María, que renunció a la carrera eclesiástica fácil porque tenía de parte del Espíritu Santo el encargo de transmitir, adelantándose al Concilio Vaticano II, que para ser santo no hace falta ser clérigo, sino que basta querer serlo y realizar el trabajo santamente, o sea, cara a Dios. Su apostolado contribuyó, como lo lleva haciendo la Iglesia Católica desde su fundación, a fermentar la masa de la sociedad de la época en todas sus facetas, incluida la cultural y la científica y captando con su afán a jóvenes a los que transmitió su inspiración y que pondrían en marcha instituciones científicas que duran hasta hoy, jóvenes como Jose Mª Albareda. 

Nacido en Caspe (Zaragoza) en 1902, Jose Mª Albareda fue un hombre sensible a las necesidades de una política científica descentralizadora. Y es que el presidente de la entonces más importante institución científica de la época, la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), el Premio Nobel español de Fisiología o Medicina, Santiago Ramón y Cajal, le había impreso un carácter muy centralista y madrileño a la JAE. Ya en 1923 en su libro Biología política, Albareda, adelantándose verdaderamente a su tiempo, propugna el paso de un centralismo a un regionalismo dinámico, en el que puede verse claramente el germen de una realidad autonómica como la actual. Tras la realización de su primera tesis doctoral –llegó a hacer dos, cosa inédita– su capacidad investigadora fue reconocida por la JAE presidida por Cajal, concediéndole una primera pensión para estudios en el extranjero, donde volvería más tarde para finalizar su formación científica. En 1934, año de la muerte de Cajal, Enrique Moles le propone con carácter oficial establecer una cátedra de doctorado para que imparta clases sobre la ciencia del suelo, la edafología, no existiendo entonces más expertos que él. En 1935 Castillejo, el secretario de la JAE, le propone dirigir unos laboratorios para desarrollar trabajos de investigación científica edafológica. Con el estallido de la guerra, el Gobierno republicano nombra a Moles director general de Explosivos del Ministerio de Guerra, y destina el Rockefeller (edificio donde se albergaban dependencias científicas) para industrias de guerra. La labor investigadora se ve ralentizada e inicia su recuperación gracias al papel más gestor que científico del Dr. Albareda que contribuye, bajo la tutela y liderazgo de José Ibáñez Martín, a la puesta en marcha tan pronto como 1939 del que hoy es considerado el mayor organismo público de investigación español, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Su pasión por las ciencias biológicas le llevó a ser el impulsor de la llegada de la biología molecular y su posterior desarrollo en España, así como a sentar las bases para el despegue de otra moderna disciplina científica ligada al suelo y a Aragón: la ecología. La creación del Centro de Investigaciones Biológicas, del Instituto de Edafología, Ecología y Biología Vegetal –primer centro de investigación con el nombre de ecología– del Parque Nacional Doñana, de la Estación Experimental de Zonas Áridas –donde se comenzó la recuperación de gacelas en extinción cuya actividad llega hasta nuestros días–, del Instituto Pirenaico de Ecología –donde todavía hoy estudian eminencias de la ecología vegetal como Pedro Monserrat– y las gestiones para la vuelta del también Premio Nobel español Severo Ochoa, se llevó a cabo bajo su gestión. Pero lo que sin duda fue novedoso y determinante fue la descentralización de la ciencia, abriendo institutos por toda la geografía española y la profesionalización de la actividad científica, creando las figuras remuneradas del colaborador científico, investigador científico y profesor de investigación.

Académico titular desde 1941 de la Real Academia de Ciencias Matemáticas, Físicas y Naturales y de la Real Academia de Farmacia de Madrid, desde 1948 académico de la Academia Pontificia de Roma, académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias de Barcelona y de la Academia de Ciencias Matemáticas y Físico-Químicas de Zaragoza, también fue académico titular de la Real Academia de Medicina de Madrid.

Fue miembro colaborador del Instituto Internacional de Ciencias Políticas y Sociales aplicadas a países de civilizaciones diferentes (INCIDI) de Bélgica. Miembro correspondiente del Forschungsanstalt für Landwirtschaft, Braunschweig. Miembro colaborador del Instituto de Antropología de la Universidad Nacional de Tucumán (Argentina). Miembro del Ingeniörs Vetenskaps Alcademien, de Estocolmo. Miembro correspondiente de la Arbeitsgemeinschaft für Forschung. Miembro de la Orden de Santiago de la Espada, de Portugal; gran cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio. Miembro correspondiente de la Braunschweigische Wissenachaftliche Gesellchaft. Presidente español del primer Congreso de Estudios Pirenaicos y presidente español de la Unión Internacional respectiva. Presidente del V Congreso internacional del I.N.Q.U.A. Procurador en Cortes, comendador de la Orden de Orange-Nassau, de Holanda. Está en posesión también de la encomienda de Isabel la Católica, de la gran cruz del Mérito Militar. Forma parte de la Comisión Nacional de Cooperación con la UNESCO. Perteneciente al Instituto secular Opus Dei, en 1959 fue ordenado sacerdote y desde 1960 es rector del Estudio General de Navarra.

La figura del Dr. Albareda ha sido justamente ensalzada por personalidades de prestigio, siendo como era miembro del Opus Dei.

Severo Ochoa, también como Cajal Premio Nobel de Medicina o Fisiología, diría del CSIC y de su primer secretario general, el Prof. Dr. Jose Mª Albareda:

Quiero dedicar aquí un sentido recuerdo a la figura del padre José María Albareda, que durante muchos años fue el alma e inspiración del CSIC. Sin Albareda el CSIC tal vez no hubiese existido y sin él no hubiera llegado la biología, y dentro de ella la bioquímica española, a alcanzar el grado de desarrollo que tiene en el momento actual. 

Gregorio Marañón decía del CSIC y de Albareda [Ingreso de Albareda en la Real Academia de Medicina, en Mayo de 1959]:

La obra del Consejo Superior de Investigaciones Científicas es uno de los acontecimientos fundamentales en la vida cultural de nuestro país. (...) Y su ejecutor, incansable, y atendiendo todos los detalles, abierto a las sugestiones cualesquiera que fuesen, sobre todo lleno de un entusiasmo callado, discreto, pero sin desmayos ha sido Jose María Albareda.

César Nombela, también fue presidente del CSIC, formado con el Prof. Severo Ochoa, actual catedrático de Microbiología de la F. Farmacia de la UCM., comentaba del CSIC y de Albareda:

Quien se decida a indagar en el desarrollo del actual sistema científico español y quiera conocer sus raíces más recientes se encontrará sin duda con la figura de Albareda. Su actuación resultó decisiva en muchos aspectos y en numerosas circunstancias. Albareda no figura en la nómina de presidentes del CSIC, pero nadie le disputará el papel de promotor fundamental de esta institución, que surge y se desarrolla en circunstancias excepcionales. (...) Nadie duda de que eran excepcionales las circunstancias que vivía nuestro país en los momentos iniciales de la posguerra, arrasado por una terrible guerra fratricida, depauperado hasta el extremo y dividido por las múltiples heridas sin cerrar que la contienda había generado. La creación de un organismo que concentrara los esfuerzos de investigación y los escasos recursos que se podían poner a contribución para el desarrollo tecnológico, me parece que era la única salida posible en orden al futuro desarrollo de España.

El también presidente del CSIC en época socialista, Emilio Muñoz, alumno aventajado de Albareda en su época docente universitaria y en la actualidad colaborador estrecho en política científica del Gobierno, diría de Albareda (Santesmases y Muñoz, 1993; número especial de la revista Arbor, 1990):

El CSIC fue construido alrededor de la figura de su fundador y primer secretario general, José María Albareda. (...) Albareda era un buen conocedor de la dinámica internacional de la ciencia y trató de configurar al CSIC como una organización que respondiera a los patrones de esa dinámica.

A Albareda, cuyo hermano fue asesinado por los demócratas del Frente Popular simplemente por ser católico, y que acompañó en su huída a través del bosque de Rialp en los Pirineos a san José María Escrivá –porque los demócratas del Frente Popular lo buscaban para matarle– España le debe parte del lugar que ocupa hoy en el panorama científico internacional, por su labor en pro de la ciencia, labor que fue perfectamente compatible con su pertenencia al Opus Dei, terminando por ordenarse sacerdote en 1959 y siendo primer canciller de la Universidad de Navarra, perteneciente como Tajamar a la obra corporativa del Opus Dei.

Como rector hasta su muerte en 1966, diciendo misa, la Universidad de Navarra pasó de ser un modesto Estudio General a ponerse en marcha dos escuelas técnicas superiores y cuatro nuevas licenciaturas, se definió urbanísticamente el campus y se construyeron en él los primeros edificios. Hoy día pertenece a ella la famosísima Clínica Universitaria de Navarra.

Son muchos, desde entonces acá, los miembros del Opus Dei que con su callada labor contribuyen en el CSIC o en las distintas universidades y centros de investigación, al desarrollo científico español y mundial. Aspiran a ser monjes cuyo convento es el mundo. Porque los conozco, porque he recibido en los clubes de Atocha, Usera, etc. comprensión, tiempo, lugar de estudio y práctica de la piedad cristiana, invito a todos a esforzarse por tener una visión completa y no danbraunista de la realidad actual de dicha institución. Y... el que libre esté de pecado, que tire la primera piedra.

Alfonso V. Carrascosa - http://iglesia.libertaddigital.com

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